¿A qué juegan los indígenas en Odesur?

Andrés Colmán Gutiérrez

El genial humorista gráfico Nicodemus Espinoza, más conocido por su nombre artístico Nico, publicó días pasados un dibujo muy festejado. Se trata del guerrero de una etnia indígena que se presenta a la sede de los Juegos Odesur Asu 2022 con su arco y sus flechas. La recepcionista le dice a uno de los directivos: “El señor quiere entrar a la competencia de tiro con arco. Dice que es el suplente de don Centurión” (refiriéndose al popular arquero de la Linea 30, José Centurión).

La imaginativa viñeta de Nico pronto se convirtió en realidad, aunque no de una manera literal. No solo un guerrero indígena, sino cientos de ellos, irrumpieron en la ciudad capital del Paraguay, que sirve de base a la competencia internacional. Lo que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, no quería que hagan los camioneros, lo hicieron los pueblos indígenas: venir a perturbar lo que parecía una linda y tranquila fiesta, sin problemas sociales ni cuestionamientos políticos.

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Probablemente los nativos no se propusieron deliberadamente generar incidentes ante los juegos Odesur, solo que las fechas coincidieron. Es tradicional que se manifiesten el 11 de octubre (al que consideran “El último día de libertad de los pueblos indígenas”, en víspera del llamado “Descubrimiento de América” en 1542 por los europeos), y el 12 de octubre, aniversario de la llegada de Cristóbal Colón, al que proclaman como “Día de la Resistencia Indígena”.

Este año, la Articulación Nacional Indígena por una Vida Digna (Anivid), buscó convocar a miles de nativos de diversas etnias del país para marchar por las calles céntricas de Asunción, a fin de presentar a las autoridades de los tres poderes del Estado un pliego de 35 reivindicaciones, muchas de ellas incumplidas ante anteriores movilizaciones. La principal demanda es por la recuperación y el aseguramiento de la propiedad de tierras ancestrales de los pueblos indígenas, generalmente en conflictos violentos ante la expansión de emprendimientos sojeros y ganaderos.

En su pronunciamiento, los indígenas describenn una realidad lacerante: “Vivimos en la pobreza 68% en las áreas rurales, en pobreza extrema 34,4%, siendo mayor en las áreas rurales con 35,9%; el acceso a servicios básicos es parcial, solo el 63,7% de las comunidades acceden a electricidad, el 56,5% acceden a agua mejorada, sólo el 34% de la población indígena contamos con un puesto de salud, de los cuales solo el 61% recibe medicamentos de las mismas. El acceso a la educación es muy limitado: solo las dos terceras partes de la población indígena de 10 años y más sabe leer y escribir, es decir, el porcentaje de analfabetismo llega al 37,6%, pero lo grave es que en 2012 apenas el 28% de la población en edad de estudiar, de 5 años y más, asistía a una institución educativa. De hecho, no todas las comunidades contaban entonces con un local escolar, solo el 70% lo tenían y de estas, el 76% impartían enseñanza hasta el sexto grado, 19% hasta el 9º grado y 5% hasta la media, la mayoría de ellas bajo el sistema de plurigrados. El 94% de los locales de enseñanza presentaban problemas serios de infraestructura (DGEEC, 2014)”.

Un primer problema surgió cuando —para no molestar a los turistas que vinieron para los Juegos Odesur y no destruir más las plazas del microcentro histórico (que están siendo recuperadas por la Municipalidad de Asunción, luego de años de desidia)— las autoridades pretendieron que los manifestantes se instalen en el ex Seminario Metropolitano, lejos de los centros de poder, en donde iban a estar menos visibles.

Los líderes indígenas rechazaron estas pretensiones y forzaron la ocupación de las plazas céntricas, principalmente las que están frente al Congreso, generando enfrentamientos verbales entre la Policía (que autorizó la ocupación, en nombre del Ejecutivo) y la Municipalidad (que se opuso, pero no lo pudo evitar). En el trasfondo sobresale la pelea política entre los dos principales movimientos internos del Partido Colorado, que obedecen al actual presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y al anterior mandatario, Horacio Cartes, además de los intereses electorales de otros dirigentes políticos.

El abogado e indigenista Oscar Ayala Amarilla, quien fue presidente del Instituto paraguayo del Indígena (INDI) durante el gobierno de Lugo, se preguntó en un posteo: “¿Será que las autoridades -y buena parte de la sociedad paraguaya- cuando ven a los indígenas llegar a Asunción con sus reclamos y harapos, observan todo aquello que les interpela y les avergüenza, por no haber hecho nunca nada significativo a favor de ellos? ¿Será ese el motivo por el cual, desde la intendencia municipal, por ejemplo, así como desde muchos otros ámbitos gubernamentales y mediáticos tanto se empeñan -y sin disimulo alguno- en exteriorizar sus deseos de ‘pronto retorno a sus comunidades’ a los indígenas que hoy se manifiestan, sin siquiera preguntarse por qué se están manifestando? La discriminación y el racismo se expresa de muchas formas, sin dudas, y una de ellas la podemos auscultar a estas horas en la capital de la República”.

Tal como lo hemos relatado en estas columnas, las actitudes de discriminación hacia la cultura indígena también se manifestaron entre los organizadores de los Juegos Odesur, en el lamentable caso de la cantautora indígena nivaclé Bianca Orqueda, a quien le pidieron que cante gratis “para ganar visibilidad”, mientras los demás artistas sí cobraban sus honorarios.

En momentos de escribir esta crónica, tras una simbólica marcha final por las calles céntricas de Asunción, los indígenas lograron un acuerdo con las autoridades y decidieron levantar sus campamentos, regresando a sus comunidades. Aceptaron la conformación de una mesa de trabajo, que se reunirá mensualmente para tratar los reclamos.

Fue emotivo ver como los miembros de muchas delegaciones extranjeras que acompañan a los atletas de los Juegos Odesur, se acercaban con curiosidad a los lugares de movilización, interesados en conocer lo que estaba pasando y muchos de ellos expresaban su solidaridad con las reivindicaciones de los indígenas. Las marchas colapsaron aún más las ya colapsadas calles asuncenas, agravando el congestionamiento por los cierres de la avenida Costanera para las prácticas de los Juegos Odesur.

Si se hubiesen quedado unos días más, aunque no figuran entre los deportes incluidos oficialmente en la competencia, los indígenas podrían haber participado de Odesur, agregando nuevas disciplinas:

  1. Caminatas de desafío a la represión policial por las calles de Asunción.
  • Interpelación a la indiferencia de los ciudadanos y ciudadanas ante los problemas sociales.
  • Confrontación a la práctica del ñembotavy (hacerse el desentendido) de las autoridades ante los reclamos de los pueblos originarios.

En una de esas, hasta hubiesen obtenido alguna medalla de oro.

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Andrés Colmán Gutiérrez es director periodístico de El Otro País – Estas crónicas forman parte de un proyecto colaborativo especial para latribuna.com.py