La decisión del Senave de liberar la importación de tomates desde nuestros países vecinos plantea una interrogante sobre qué está fallando en el país, para que no podamos satisfacer la demanda interna de un producto tan básico.

Paraguay, con su tierra fértil y abundancia de recursos hídricos, tiene el potencial de ser una potencia agrícola en la región. Nos jactamos de nuestra producción ganadera y sojera, pero evidentemente estamos olvidando a la agricultura familiar campesina, que puede ser puntal para la producción de rubros de consumos masivos y diario como los rubros frutihortícolas. Este sector de la economía es igualmente importante y trascendente para el fortalecimiento de la economía nacional y por consiguiente no hay que dejarla relegada.

La actual situación probablemente sea el reflejo de la falta de apoyo y acompañamiento técnico a nuestros horticultores locales. En consecuencia, ante esta realidad nos vemos obligados a depender de la importación de productos que podríamos y deberíamos producir localmente.

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Las explicaciones dadas por el presidente de SENAVE, Pastor Soria, sobre la escasez del producto en Argentina y Brasil, así como los altos precios y los efectos climáticos adversos, ponen de manifiesto la vulnerabilidad de nuestra cadena de suministro de alimentos. Es evidente que se necesitan acciones concretas para fortalecer la capacidad productiva y la resiliencia de nuestra agricultura ante estos desafíos.

La liberación de los permisos de importación de tomates debe ser una medida a corto plazo para aliviar los altos precios y satisfacer la demanda interna, pero urge abordar las causas que llevaron a esta situación de la importación. Es hora de iniciar un debate serio sobre cómo podemos fortalecer nuestra agricultura nacional y garantizar la seguridad alimentaria de nuestra población a largo plazo.

Este debate debe incluir a todos los actores relevantes, desde el gobierno y las instituciones agrícolas hasta los productores y consumidores. Se deben explorar soluciones que promuevan la inversión en la agricultura, el acceso a tecnologías y prácticas agrícolas sostenibles, y el fortalecimiento de las cadenas de valor locales.

Es de esperar que las autoridades del Ministerio de Agricultura actúen con determinación y visión para construir una agricultura fuerte y sostenible que pueda promover la producción frutihortícola. Esto también ayudará a mejorar la situación de muchas familias del campo. Una buena política en ese sentido contribuirá necesariamente al desarrollo económico y social de nuestro país.