Paraguay, sin ninguna duda, ha dado un paso firme hacia el futuro con un alto nivel de conectividad. Así lo demuestra la más reciente Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE), según la cual, más del 81% de la población ya accede a internet. Esto equivale a más de cuatro millones de personas. Es un crecimiento notable en apenas siete años, y una señal positiva de que el país se ha insertado de lleno en la era digital.
Sin embargo, como lo hemos advertido en reiteradas ocasiones desde estas páginas, la conectividad sin una estrategia clara de alfabetización digital puede convertirse en una espada de doble filo. Paraguay ha saltado, literalmente de la carreta al ciberespacio sin una transición estructurada, sin políticas públicas sostenidas y, sobre todo, sin una formación adecuada para aprovechar esta poderosa herramienta.
Los datos del INE revelan con crudeza esta realidad: el 97,5% de los paraguayos usa internet principalmente para mensajería instantánea; el 91,8% para llamadas; el 84,7% para redes sociales. En contraste, solo un 21,4% lo utiliza con fines educativos o de capacitación, una cifra preocupante si se considera el impacto que la educación digital puede tener en la reducción de desigualdades y en la promoción del desarrollo.
El resultado es una ciudadanía hiperconectada, pero poco preparada para los desafíos del mundo digital. La sobreexposición en redes, la dependencia del entretenimiento y la escasa formación en ciberseguridad nos hacen más vulnerables. No es coincidencia que nuestras instituciones hayan sido blanco de recientes ciberataques, o que una gran parte de la población esté indefensa frente a fraudes digitales y de la desinformación.
Los datos también reflejan la persistencia de diferencias marcadas entre regiones. Asunción, Central y Alto Paraná lideran en acceso, mientras que departamentos como San Pedro y Caaguazú aún muestran rezagados. También el nivel educativo incide directamente en el uso del internet, lo que refleja una brecha digital que ya no es solo tecnológica, sino también social y cultural.
Tenemos, entonces, una conectividad que crece en cantidad, pero que no avanza al mismo ritmo en calidad. Y ese desfasaje puede convertirse en una trampa para el desarrollo. Paraguay necesita con urgencia una política nacional de alfabetización digital, que incluya a estudiantes, docentes, padres, trabajadores y adultos mayores. Estar conectados es un gran avance, pero también es necesario saber para qué, cómo y con qué propósito usamos el internet.
El desafío no recae solo en el Estado. También el sector privado, los medios de comunicación y la sociedad civil deben asumir el compromiso de promover un uso más productivo y responsable de las TIC.
Estamos en el umbral de una oportunidad histórica. La conectividad masiva puede ser el motor del desarrollo, si se orienta y utiliza correctamente.