La memoria colectiva paraguaya no permite que el 12 de junio sea una simple fecha en el calendario. Este día tiene una significación muy especial en el sentir de nuestra nación. Hace exactamente 90 años, en 1935, se firmaba el Protocolo de Paz del Chaco en Buenos Aires, poniendo fin a una de las guerras más cruentas del siglo XX en América del Sur: la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay y Bolivia. Este nuevo aniversario adquiere mayor significado en el actual contexto global, que registra un preocupante aumento de conflictos y violencia. La paz del Chaco nos invita a reflexionar sobre los caminos que ha tomado, y también lo que debería evitar, nuestra región.

La Guerra del Chaco, que se extendió desde 1932 hasta 1935, dejó un saldo devastador de decenas de miles de muertos, familias destrozadas y dos pueblos hermanos marcados por el dolor. Es por ello que aquella firma del armisticio significó mucho más que el cese de hostilidades y representó un acto de humanidad y reconciliación. Cuentan los cronistas de la época, que al conocer la noticia de la firma, los soldados paraguayos y bolivianos dejaron las armas para fundirse en abrazos, reconociéndose no como enemigos, sino como latinoamericanos arrastrados por una dinámica bélica que no representaba el sentir de sus pueblos.

Hoy, a nueve décadas de aquel acontecimiento, América Latina sigue siendo, afortunadamente, una región libre de conflictos bélicos interestatales. Y es justamente por eso que debemos proteger esa condición con determinación. En un mundo donde resurgen las tensiones armadas, donde nuevas carreras armamentísticas ponen en jaque la estabilidad internacional, el ejemplo del 12 de junio de 1935 debe ser una luz que guíe a nuestros líderes y ciudadanos hacia la paz, el desarrollo y la integración.

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Los desafíos del presente para los pueblos latinoamericanos ya no son trincheras ni ejércitos invasores. Son redes criminales transnacionales, narcotráfico, corrupción, desinformación y violencia urbana. Enfrentamos una guerra silenciosa que no se libra en campos de batalla, sino en las calles de nuestras ciudades, en las mentes de nuestros jóvenes, en la moral de nuestras instituciones.

Este aniversario debe servir para recordar con gratitud y honra a los miles de jóvenes que defendieron la patria y para renovar el compromiso con un Paraguay y una América Latina más justa, más solidaria, más segura. Defender la soberanía hoy significa fortalecer la educación, garantizar la justicia, erradicar la pobreza y combatir al crimen organizado.

La paz que hoy gozan nuestros pueblos debe traducirse en bienestar y prosperidad para quienes habitamos esta parte del globo. Es el camino hacia donde deben avanzar nuestros líderes.