Cada año, más de 500 paraguayos mueren por una enfermedad que, en la mayoría de los casos, podría haberse prevenido o tratado a tiempo: el cáncer de próstata. El Día Mundial del Cáncer de Próstata, es momento de poner sobre la mesa una verdad incómoda pero urgente: el principal obstáculo para la detección temprana no es la falta de tecnología ni de profesionales capacitados, sino los mitos y prejuicios que aún persisten en torno a la salud masculina.

Entre ellos, el más arraigado es el temor al examen digital rectal, popularmente conocido como «tacto rectal». Para muchos hombres, la sola idea del procedimiento basta para evitar la consulta médica, incluso cuando aparecen síntomas urinarios evidentes.

Esta barrera cultural, alimentada por la desinformación y una visión distorsionada de la masculinidad, tiene consecuencias dramáticas: diagnósticos tardíos, tratamientos más complejos y vidas que se pierden innecesariamente.

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Lo cierto es que la medicina ha evolucionado. Hoy existen pruebas menos invasivas —como el análisis de sangre del antígeno prostático específico (PSA) y la ecografía— que permiten detectar entre el 80% y el 90% de los casos sospechosos sin necesidad inmediata del tacto.

Este último, si bien sigue siendo útil en casos puntuales, ya no es la única vía ni la primera. La ciencia avanza, pero la cultura muchas veces se queda atrás.

El cáncer de próstata es una enfermedad silenciosa. En sus etapas iniciales, no presenta síntomas. Por eso, los controles regulares a partir de los 50 años (o desde los 40 si hay antecedentes familiares) son esenciales.

En Paraguay, incluso existe una ley que otorga a los trabajadores dos días remunerados al año para realizarse estos controles. No hay excusas.

Cuidarse no es debilidad. Preguntar, informarse y hacerse los estudios tampoco. La verdadera fortaleza está en asumir el compromiso de vivir, por uno mismo y por quienes nos rodean. Superar el tabú del control médico es un acto de madurez, de amor propio y de responsabilidad.

Hoy, más que nunca, es momento de romper el silencio. Porque la salud también es cosa de hombres.