La carne paraguaya realiza oficialmente su entrada triunfal al exigente mercado de la principal potencia mundial. Algo que celebramos hoy y que nos llena de legítimo orgullo no tuvo un camino fácil: años de espera, rechazos por sospechas de brotes de fiebre aftosa y una lenta burocracia finalmente tuvieron su justa recompensa cuando las altas autoridades sanitarias del gigante del norte dieron el «ok» a nuestro producto estrella.

No exageramos al decir que esto podría ser el impulso de autoestima que nos falta como país. Lamentablemente, estamos acostumbrados a menospreciarnos a nosotros mismos. Si bien la autocrítica es saludable, y ciertamente hay muchas cosas que criticar de nuestro país, no nos vendría nada mal creérnoslo de vez en cuando, especialmente en momentos como este.

A pesar de que los eternos portadores de la negatividad afirmen que esto solo beneficia al sector ganadero y que el ciudadano común recibirá únicamente cortes de baja calidad, se trata de falsedades. Esto fortalecerá sobremanera la ya creciente actividad económica del país, y además, los paraguayos podemos disfrutar de excelentes cortes de muy buena calidad a precios asequibles. Como muestra, basta un botón: anteriormente, aquellos que podían se dirigían a la capital porteña, Buenos Aires, para disfrutar de cortes que hoy día se asan a la parrilla un domingo cualquiera de este lado del río.

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Esta es una muestra fehaciente de que sí se puede y de que podemos ser mejores en lo que hacemos.