Ayer se conmemoró el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, una fecha establecida por la ONU para visibilizar el sufrimiento que padecen millones de personas mayores en el mundo. En Paraguay, nos golpea una cruda realidad: denuncias de violencia familiar, abandono y un sistema que falla en proteger a quienes dedicaron su vida a construir el país.
El caso de Don Florentín, que fue golpeado brutalmente por su propio hijo, no es una excepción; es el reflejo de una crisis que afecta al 40% de los adultos mayores, víctimas de maltrato físico, psicológico y económico.
Sin embargo, la violencia no es el único flagelo. Los adultos mayores sobreviven en un sistema que los condena a la indignidad con pensiones que no superan los 600 mil guaraníes, menos del 30% de lo necesario para vivir, hogares de ancianos colapsados y listas de espera interminables.
Solo existen tres geriátricos públicos, y quienes logran ingresar no encuentran garantías de atención médica, medicamentos o alimentación adecuada. Mientras tanto, las denuncias por abandono superan las 1.040 al año, según la Fiscalía, y muchas familias optan por delegar su cuidado sin recursos o normalizan el maltrato silencioso.
El Estado ha fallado. Las pensiones son miserables, los programas asistenciales son insuficientes, y la corrupción desvía recursos que podrían cambiar esta realidad. Pero también hemos fallado como sociedad, reaccionando solo cuando los casos se viralizan, para luego olvidarlos. La ONU lo recuerda: el maltrato a los mayores es una violación de derechos humanos.
Necesitamos soluciones concretas: pensiones que cubran alimentación y medicamentos, una red de hogares con atención médica digna y leyes más severas contra el abuso. Paraguay tiene una deuda histórica con quienes nos cuidaron.