La reciente declaración de emergencia por inseguridad en la capital del Alto Paraná nos obliga a reflexionar sobre la profunda raíz de este problema: la corrupción en las filas policiales. En un mismo día, dos noticias reflejan de manera contundente la complicidad y el desgaste ético que mina la confianza en nuestras fuerzas del orden.

Por un lado, nos encontramos con el caso de dos policías de Ciudad del Este, presuntamente implicados en brindar protección a los llamados «pirañitas», delincuentes que se hacen pasar por guías turísticos para asaltar a los visitantes desprevenidos. Por otro lado, se informa sobre la detención de un oficial de policía en Brasil, tratando de ingresar ilegalmente más de 80 teléfonos celulares de alta gama.

Estos incidentes no son aislados; son síntomas de un mal arraigado en nuestras instituciones de seguridad. Hemos advertido en otros editoriales que el envío de más policías a la zona Alto Paraná, sería insuficiente si no se enfrenta el problema de raíz. La corrupción en las filas policiales es un cáncer que socava la seguridad y la confianza de la ciudadanía en la institución. Los uniformados, lejos de proteger a la sociedad, se convierten en cómplices de la delincuencia, sabiendo que pueden actuar impunemente gracias a la connivencia de sus superiores.

La sociedad altoparanaense reaccionó exigiendo mayor seguridad a las autoridades. Es hora de que reaccionen con determinación, contra la corrupción que permea todas las instituciones. Se necesita una campaña decidida para combatir este flagelo, implementando medidas efectivas para sancionar ejemplarmente a los responsables. La sociedad civil debe levantarse en contra de este mal que nos afecta a todos y exigir transparencia, integridad y responsabilidad en nuestras fuerzas de seguridad y en todas las instituciones públicas.

La lucha contra la corrupción no es tarea fácil, pero es indispensable para construir una sociedad más justa y segura para todos los ciudadanos del Alto Paraná. Es momento de actuar con determinación y valentía para erradicar este cáncer que históricamente ha contribuido a la mala fama de la Triple Frontera, y que perjudica también el bienestar y la tranquilidad de la población.