La pandemia de COVID-19, que sumió a nuestro país en una situación crítica con cuarentenas, aislamiento, reclusión, hospitales colapsados y pérdidas de vidas, parecía haber quedado atrás. Sin embargo, los recientes informes del Ministerio de Salud Pública alertan sobre un preocupante resurgimiento de casos y fallecimientos, evidenciando una lamentable pérdida de conciencia sobre el peligro que representa esta enfermedad.

A pesar de que algunos indicadores señalan un descenso general de contagios, Asunción y el departamento de Ñeembucú muestran una alta transmisión comunitaria del virus, según la cartera de Salud. La última semana, seis personas perdieron la vida a causa del virus, lo cual debería ser motivo suficiente para encender las alarmas y recordar que el COVID-19 sigue presente y latente.

Los datos proporcionados por la Dirección General de Vigilancia de la Salud son elocuentes: 685 nuevos casos en la última semana epidemiológica. La tasa de positividad ha alcanzado un preocupante 22%, y el aumento de casos se concentra en el grupo de 20 a 39 años, demostrando que la enfermedad no discrimina por edades.

El aspecto más llamativo es la falta de conciencia sobre la importancia de la vacunación. A pesar de los esfuerzos del sistema de salud y la disponibilidad de puestos de vacunación, la gente no está acudiendo en la medida necesaria. Este comportamiento irresponsable puede tener consecuencias fatales, especialmente para aquellos que tienen enfermedades de base o afecciones que los hacen más vulnerables.

Los datos revelan que el 76% de los fallecidos en las últimas ocho semanas eran mayores de 60 años, y es alarmante constatar que tanto los hospitalizados como los fallecidos no contaban con la vacunación anticovid. En un contexto donde la vacuna es una herramienta vital para disminuir el riesgo de hospitalización y muerte, la reticencia a vacunarse es un acto de irresponsabilidad e inconsciencia.

Con más de 20.000 muertes registradas desde el inicio de la pandemia en 2020, Paraguay no puede permitirse bajar la guardia. La responsabilidad individual y colectiva es esencial. La vacunación no solo protege al individuo, sino que contribuye a la inmunidad colectiva, salvaguardando a toda la comunidad. Vacunarse es un acto de solidaridad y cuidado hacia uno mismo y los demás.

Además, es crucial retomar las precauciones necesarias para evitar contagios. La batalla contra el COVID-19 no ha concluido, y es responsabilidad de todos contribuir a superar esta crisis de manera segura y colectiva. Habiendo recursos no podemos permitir que más familias pierdan a unos de sus miembros por la irresponsabilidad e inconsciencia.

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