Hace 35 años, Paraguay dejó atrás una oscura etapa de dictadura que duró tanto como los años de libertad que le sucedieron. Este nuevo aniversario del derrocamiento de la dictadura invita a la reflexión sobre el estado actual de nuestra democracia. A pesar de las decepciones y las persistentes desigualdades, es innegable que el retorno de las libertades permitió a la ciudadanía reclamar y movilizarse sin temor.

El advenimiento de la democracia en 1989 representó un giro fundamental en la historia de Paraguay, liberándolo de la dictadura de Alfredo Stroessner, que atropellaba los Derechos Humanos y no permitía ninguna disidencia. Sin embargo, tras tres décadas y media de democracia, la sociedad paraguaya se enfrenta a nuevos desafíos que requieren una reflexión crítica y un compromiso renovado.

Uno de los principales problemas que ha aquejado a la democracia paraguaya es la persistencia de antiguas desigualdades y la corrupción galopante. Aunque la libertad política y de prensa se han consolidado, la gestión política ha dejado mucho que desear. La clase política ha sido señalada por su ineficiencia, vacío y corrupción.

La democracia no puede ser creíble y exitosa si quienes la lideran son ineficientes y corruptos. La responsabilidad recae en la clase política, tanto de oficialistas como opositores.

Otro aspecto preocupante es el papel de la prensa en la democracia paraguaya. Si bien desde 1989 ha habido un crecimiento significativo de medios, algunos convertidos en grandes holdings, la calidad de la libertad de prensa no ha cumplido plenamente su función. Es esencial que la prensa asuma un papel proactivo, comprometiéndose con la verdad y sobre todo avanzar hacia un periodismo independiente lejos de la propaganda y las jugadas políticas.

En este aniversario, es crucial que la sociedad civil y la clase política asuman un compromiso renovado con la mejora de la representación democrática. Los políticos deben elevar la vara de gestión, fomentando un crecimiento que beneficie a toda la ciudadanía y evite la aparición de planes mesiánicos, que se sabe no conduce a nada positivo, sino que apuntan más bien a retrocesos y proyectos autoritarios.

La percepción actual de la democracia como la simple suma de la libertad política y de prensa debe evolucionar. La calidad de vida y la construcción de una opinión pública sólida dependen tanto de políticos eficientes como de una prensa comprometida y de una sociedad civil responsable. En este aniversario, Paraguay tiene la oportunidad de reflexionar sobre los logros y desafíos de sus 35 años de democracia, con la esperanza de un futuro con mejores condiciones de vida para los compatriotas y de una lucha frontal que apunte a erradicar la corrupción en la administración del dinero público.