Sería hasta redundante decir y afirmar que el crimen organizado inficionó por completo a la sociedad paraguaya y por ende ha permeado a sus instituciones. Los operativos Dakovo e Ignis tienen como punto de confluencia un nombre clave: Diego Dirísio.

Este empresario de nacionalidad argentina proveía de armas a una de las organizaciones más temibles de la región, que también tiene a Paraguay como su teatro de operaciones: el Primer Comando de la Capital (PCC).

Yéndonos atrás en la historia podemos ver como esta banda de origen brasileño ha sentado bases para dominar importantes rutas del tráfico de drogas de Paraguay a través de la frontera seca y se hizo de poder en las cárceles ante la ausencia del Estado, al igual que el Clan Rotela con cual hasta hace poco se disputaba el poder.

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El negocio de Dirísio estaba sustentado principalmente por militares con alto grado de corrupción. En efecto, los investigadores constataron que desde la Dimabel se brinda protección, privilegio e información a una estructura mafiosa que surtía de armas al crimen organizado, algo que debería ser considerado un acto de traición a la patria.

El hampa y la corrupción son enfermedades que se encuentran en estado metastásico en el Paraguay, afortunadamente estamos viendo señales que apuntan a que por lo menos existen intenciones de extirpar de raíz estos males que nos aquejan hace ya tantos años.