Los eventos que han marcado al mundo en los últimos años, como la pandemia del COVID-19 y los conflictos bélicos en Europa y Oriente Medio, están transformando profundamente las dinámicas económicas globales. Las grandes industrias, en su búsqueda de mayor seguridad y eficiencia, han comenzado a priorizar regiones cercanas y estables para establecer sus cadenas de producción y abastecimiento. Este reacomodo de intereses presenta una oportunidad histórica para países como Paraguay.
Nuestro país reúne características que lo posicionan como un destino ideal para la inversión extranjera: estabilidad política, una moneda sólida, ubicación estratégica en el Mercosur y, más recientemente, el reconocimiento internacional del grado de inversión. Sin embargo, estas fortalezas aún no han sido suficientemente difundidas ni capitalizadas en los principales centros de decisión global, donde las oportunidades se construyen con base en visibilidad y confianza.
Es imperativo que la clase dirigente asuma el desafío de elaborar políticas públicas proactivas para atraer capitales internacionales. La atracción de inversiones no solo implica un flujo importante de recursos financieros, sino también la transferencia de conocimientos tecnológicos y la generación de empleo, pilares esenciales para dinamizar nuestra economía.
El Paraguay debe salir al mundo y mostrar sus potencialidades. Es momento de que la clase política, en colaboración con el sector privado y la diplomacia económica, concentre esfuerzos en convertir a Paraguay en un polo de desarrollo sostenible y un modelo para la región.
El mundo está cambiando, y con él, las prioridades de la inversión internacional. Paraguay tiene la oportunidad de ser un protagonista en este nuevo escenario, pero para ello, necesitamos líderes que piensen proactivamente y dejen de lado los intereses mezquinos para aunar esfuerzos hacia un proyecto país.