Mi querido lector, en verdad cuán obsesionado está el hombre moderno del siglo XXI con el dinero y con comprar cada vez más y más en una espiral de consumismo que lejos de ralentizarse o detenerse está cada vez más en alza con el paso de los años.

Que esto no nos sorprenda. Estamos en un mundo superglobalizado en el que un sistema capitalista controlado por una élite mundial oculta, invisible y que maneja las cuerdas desde detrás de un espeso velo de Isis o de un espeso tapiz dorado, ha logrado, después de muchos años de esfuerzo desde el advenimiento de las ideas marxistas, consolidar con enorme éxito su poder mediatizando y alienando sobre el ser humano junto con una tecnología perversa hasta convertirlo en lo que Herbert Marcuse llamaba en uno de sus libros el “hombre unidimensional”.

El dinero como símbolo de poder en la literatura universal

El hombre unidimensional del siglo XXI (como lo estuvo también parte del hombre del siglo XX) está programado para enfocarse en las “necesidades falsas” y olvidar las “necesidades reales” en su vida.

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El hombre unidimensional carece de pensamiento crítico, de ideas propias, de juicios de valor propios, de una ideología inherente e inmanente gestada a partir de una reflexión evolutiva vital, de gustos propios, de preferencias propias, y carece de toda visión para poder anticiparse a los acontecimientos y poder visionar o prever el futuro a partir de una preclaridad que, obviamente, no posee por culpa de su alienación capitalista y consumista.

El hombre moderno del siglo XXI ha olvidado lo más importante de su vida: el amor, la libertad y la creatividad, es decir, el “eros”, esa energía creadora que ha sido manipulada por la sociedad capitalista hasta degradarla y conducirla exclusivamente a un único fin: producir para el capitalismo de un modo arrollador, convirtiendo al hombre así en un esclavo, en un simple muñeco o en un títere cabizbajo degradado moralmente y sin nobles ideales.

El hombre medio del siglo XXI ha acabado por no creer en nada ya excepto en el dios del “dinero” y en lo que su posesión implica: poder y estatus social para hacer y deshacer, para dominar, controlar, someter y sojuzgar.

Pero esto, mi querido lector, como sabes muy bien no es nuevo. Desde que las primeras monedas de oro y plata fuera introducidas, según Heródoto, por los lidios, el dinero ha estado asociado con el poder y el reconocimiento social.

En la literatura universal, clásica, moderna o contemporánea, la recurrencia a la temática del dinero ha servido para establecer relaciones entre el poder y la adquisición de ese estatus, para dejar muy claro que a través del dinero se adquiere respeto o encumbramiento social, y para advertir que el dinero conduce fácilmente a la corrupción, la obsesión, la violencia, la dependencia, la desigualdad, y la degradación de la honra y el honor.

Pongamos, como ejemplo, obras tan dispares como Madame Bovary, de Gustave Flaubert, El Zahir, de Jorge Luis Borges, Fortuna, de Hernán Díaz, La jauría, de Émile Zola, Las damas del vellón, de Luis Quiñones de Benavente, o El jugador, Crimen y castigo, Pobres gentes, de Fiódor Dostoyevski, entre muchas otras.

En todas ellas el tema del dinero interviene directa o indirectamente de modo genérico. Y de modo particular, en la literatura española del Siglo de Oro, que comprende obras escritas en los siglos XVI y XVII fundamentalmente aparece el dinero como un tema, sino central, al menos periférico o satelital, que sirve para explorar las desigualdades existentes en la España de aquellos siglos.

El dinero en la novela picaresca española

La novela picaresca, por ejemplo, presenta personajes marginados de baja estofa que recurren a toda suerte de tretas para poder sobrevivir (con fuertes pruritos de medrar) en una sociedad obsesiva con la honra, la riqueza, el dinero, el poder y obsesionada con la estratificación de las clases sociales en todo su rigor.

En la novela picaresca el dinero es una forma de ascender socialmente, de adquirir estatus social y de llevar una vida regalada y sin penurias.

Y no solamente eso, el dinero marca en la novela picaresca española la diferencia entre vivir y morir, esto es, entre la vida y la muerte. ¿Comer o no comer? He ahí la cuestión.

Mencionemos sin más La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (anónimo), Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, La vida del Buscón, de Francisco de Quevedo, El guitón Honofre, de Gregorio González, La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda, La hija de la Celestina, de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón, de Vicente Espinel, Alonso, mozo de muchos amos o El donado hablador, de Jerónimo de Alcalá Yáñez de Ribera, Vida de don Gregorio Guadaña, de Antonio Enríquez Gómez o Periquillo el de las gallineras, de Francisco Santos.

Don Quijote y Sancho: dos visiones del dinero

En El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha el dinero o la imagen del dinero no está ausente bajo ningún concepto.

Si leemos la obra de Cervantes con detenimiento y reflexionamos sobre la misma nos daremos cuenta de que a Alonso Quijano, a Don Quijote, el dinero no le interesa, ni tampoco las riquezas, las posesiones o los bienes materiales.

Él está muy por encima de todo ello, pues su vida, como caballero andante, está guiada por los ideales más nobles. Su ideario como tal está conformado por valores espirituales y no materiales, como el honor, la justicia, la valentía, la belleza, el deseo de aventuras y el anhelo de hacer el bien.

En cambio, Sancho Panza tiene los pies bien puestos en el suelo y es materialista. Le interesa el día a día y lo que va a comer tanto él como su familia.

Don Quijote no lleva dinero consigo en sus aventuras, ni siquiera comida, de todo ello se encarga su fiel escudero Sancho. Por otro lado, a lo largo de toda la obra cervantina vemos la importancia que tiene el dinero, cómo construye la diferenciación social y cómo contribuye a la desigualdad social.

El “Poderoso caballero” de Quevedo

En la obra se mencionan los ducados, los escudos y los reales. El propio Francisco de Quevedo fue muy crítico con el dinero en uno de sus poemas más sobresalientes: Poderoso caballero es don dinero.

El poema posee todos aquellos elementos y recursos literarios dentro de la tradición de la corriente conceptista a la que pertenecía Quevedo. El poema tiene gracia y gracejo, sonoridad y musicalidad, efectos rítmicos resaltantes y juegos de palabras bastante ingeniosos sazonados con ironía, sátira y humor.

El dinero en este poema se personifica en un “poderoso caballero” capaz de influir en todos los asuntos y en todas las personas y capaz de transmutarlo todo también como la propia piedra filosofal en la alquimia.

Por consiguiente, la idea principal que transmite el poema es muy clara: la fuerza desmedida del dinero o su poder para cambiar o corromper lo que se le venga en gana.

Resulta harto desopilante, asimismo, cómo el poeta se dirige a él, al dinero, con la fórmula o tratamiento de respeto “Don”, del latín domĭnus (“señor”).

Mi querido lector, he aquí sus primeros versos, ¿los recuerdas?

Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado de continuo anda amarillo. Que pues doblón o sencillo hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero.

Crítica social en la poesía medieval inglesa

A continuación, quiero compartir contigo, lector, un poema inglés del siglo XIV o XV al que se le ha dado el título de: Money, Money! (¡Dinero, dinero!) para que tú también seas testigo de la importancia del dinero en la Edad Media de la Europa occidental y de cómo los autores de la época, sensibles como los de ahora (en esto no se ha cambiado un ápice), ya se mostraban afectados por la desmesurada importancia que se le daba al pecunio o peculio en esa época y daban cuenta, de modo especial, de su poderío y capacidad para dirigir los destinos de los seres humanos y el devenir de este mundo al revés, al tiempo que revelaban la naturaleza efímera y transitoria de aquel.

El poema es de autor anónimo y se conserva en el MS Royal 17.B.xlvii fols. 160v-162r de la Biblioteca Británica.

El autor del poema comienza hablando en seguida acerca de esta sustancia tan voluble que posee el dinero, de toda la majestad real y majestuosidad de la que está revestido socialmente en el mundo entero, y de la falta de alegría que se genera en las personas cuando carecen del mismo.

  • Money, money, now hay goode day!
  • Money, where haste thow be?
  • Money, money, thow gost away,
  • And wylt not byde wyth me.
  • Above all thing thow arte a kyng,
  • And rulyst the world over all;
  • Who lakythe the, all joy, pardé,
  • Wyll sone then frome hym ffall!

En los versos siguientes el poeta deja bien claro que la posesión del dinero otorga consuelo, garantiza la diversión y la prosperidad, aleja toda preocupación, permite a los jóvenes elegantes pavonearse a su gusto, y hace cosas increíbles, como organizar justas y toda suerte de festejos, y causar que las damas se lo pasen muy bien bailando y cantando.

  • In every place thow makyste solas,
  • Gret joye, spoorte, and uelfare;
  • When money ys gone, comfort ys none,
  • But thowght, sorowe, and care.
  • In kynges corte, where money dothe route,
  • Yt makyth the galandes to jett,
  • And for to were gorgeouse ther gere,
  • Ther cappes awry to sett.
  • In the heyweyes ther joly palfreys
  • Yt makyght to lepe and praunce,
  • It maket justynges, pleys, dysguysynges,
  • Ladys to synge and daunce.

Y después el poeta se centra en la manera en cómo el dinero es percibido por la gente y cómo este influye poderosamente en la conducta humana haciendo que muchas cosas sean posibles a través de él, como seducir a las personas a que busquen la compañía de los poderosos, inducir al crimen y al delito o a cometer las acciones más bajas y abyectas, avivar aún más la codicia y la posesión de bienes materiales, instigar (fíjate, lector, la mención tan explícita al sexo femenino que hace el poeta) a consumir y a comprar prendas de vestir muy especialmente, y hacer que a través de él uno puede verse mejor y más hermoso.

¿Es qué han cambiado en algo los seres humanos con relación a su percepción general del dinero y lo que este genera en los mismos desde el punto de vista de la conducta?

No, no hemos cambiado absolutamente nada desde la Edad Media y épocas anteriores.

Por dinero el hombre sigue cometiendo los actos más horrendos que la mente humana pueda imaginar; por dinero el ser humano es capaz de transgredir las leyes, violar, asesinar… en fin.

El poeta medieval era consciente de la capacidad del vil metal para mancillar la pureza y honestidad de cualquiera y también para acelerar los trámites legales o burocráticos, justamente tal como sucede hoy en día.

A este respecto, el poeta anónimo sostiene que el dinero hace que sea posible que los casos legales se resuelvan con gran rapidez y, sobre todo, que los abogados se movilicen con rapidez en sus casos.

Y como no podría ser de otra manera, el bardo pasa del poder civil al poder eclesiástico examinando qué cosas hacen los sacerdotes católicos con el dinero, entre ellas comprar sus privilegios a cambio de dinero y seguir comerciando con ellos a la hora de venderlos, toda una especie de simonía en toda regla.

  • In Westmyaster
  • Hall the criers call;
  • The sergeauntes plede apace.
  • Attorneys appere, now here, now ther,
  • Renning in every place.
  • Whatesoever he be, and yf that he Whante money to plede the lawe,
  • Do whate he cane in ys mater than Shale prove not worthe a strawe.
  • I know yt not, but well
  • I wotte I have harde often tymys tell,
  • Prestes use thys guyse, ther benefice
  • For moyeny to bey and sell.

Y hay algo, además, que me llama mucho la atención de este poema medieval inglés anónimo, esto es, la idea de que trabajar mucho no va a hacer que se salga de la pobreza, sino todo lo contrario, que se continúe el sufrimiento en vida.

Todos los días vemos a las clases más desfavorecidas y vulnerables trabajar de sol a sol para traer un miserable sueldo a sus casas mientras que los poderosos de esta época, banqueros y políticos, se hacen cada vez más ricos trabajando muy poco y especulando mucho a costa del sudor de los demás.

Entre los humildes trabajadores que menciona el poeta están todos, recogidos muy hábilmente en la palabra craftysmen (recuerda que el inglés del poema es un inglés medieval correspondiente a la fase de Middle English).

Los últimos versos del poema no pueden ser más dramáticos también por su conclusión o epifonema, pero mejor te dejo mi traducción al español para que accedas mejor, querido lector, a lo opina nuestro poeta medieval acerca del dinero, una opinión o percepción que muchos otros, sin duda alguna, tendrían en esa época, y que otros muchos, en esta, compartimos de igual manera.

  • Craftysmen that be in every cyté,
  • They worke and never blynne;
  • Sum cutte, sume shave, sume knoke, sum grave,
  • Only money to wynne.

POR ENCIMA DE TODO SOIS UN REY

Dinero, dinero, ¡os deseo que tengáis un buen día!; dinero, dinero, ¿dónde habéis estado?; dinero, dinero, parece que no deseáis quedaros conmigo, pues de mí os alejáis. Por encima de todo sois un rey, y como tal gobernáis el mundo entero; ¡por Dios, quienquiera que os idolatre verá irse bien pronto todo su regocijo! Allí donde hacéis acto de presencia, dais consuelo, enorme regocijo, diversión y prosperidad, mas cuando os marcháis, se va con vos todo consuelo, y dejáis atrás ansiedad, tristeza y preocupaciones. En la corte del rey, donde la riqueza se apila, el dinero hace que los jóvenes gallardos se pavoneen con sus vistosos ropajes a la usanza mientras colocan sus gorros torcidos a su gusto. En los caminos hay magníficos palafrenes a los que el dinero hace saltar y brincar, y no solo eso, el dinero organiza justas, juegos y mascaradas, y hace cantar y bailar a las damas. En verdad, aquel que carece siempre de dinero se ve como desconcertado, sin poder cantar como quisiera, bailar hasta el amanecer, saltar de alegría, y mucho menos divertir jovialmente a sus invitados. En el juego de las cartas y de los dados el dinero es lo que más vale como rey y emperador, y en las tablas reales, en el tenis y en el resto de los juegos el dinero se lleva siempre la palma. El dinero hace, además, que los hombres deseen buscar la compañía del escudero, del caballero y de cualquier otra persona, y una vez que estén en su compañía, se dedican a despreciar a sus semejantes. Entre todos los bienes de valor, ¿quién puede imaginar, os pregunto, en uno mejor que el dinero? En todas las ocasiones el dinero resulta ser la mejor y más rápida defensa. Y con el fin de aumentar su dinero y no dejar nunca de acumular bienes, los hombres sostienen que por oro y plata engañarían a sus propios padres con todas las tretas posibles. A las mujeres, según creo, les encanta también el dinero sobremanera para poder comprarse lujosos vestidos que las hagan parecer muy hermosas. En el Edificio de Westminster el dinero hace que los pregoneros llamen a la gente a audiencia, que los sargentos de la ley resuelvan los litigios a toda prisa, y que los abogados corran por todas partes de aquí para allá. Y sin importar lo que uno sea, si se carece de dinero para pedir justicia, todo lo que uno haga entonces en favor de su litigio no valdrá un pimiento. Yo no soy muy listo, mas bien sé que he oído decir muchas veces que los sacerdotes acostumbran a comprar sus prebendas a cambio de dinero y a venderlas también por dinero. Los artesanos de todas las ciudades nunca dejan de trabajar. Algunos cortan, otros rasuran, otros martillean, y el resto graba con el único objeto de ganar dinero. El labrador mismo cava haya tormenta, nieve, escarcha y lluvia a fin de ganar dinero trabajando y con el sudor de su frente, mas escasas son sus ganancias y mucho su sufrimiento. Y los hay que por dinero acechan en los caminos listos para robarle la bolsa a su prójimo, y si persisten en ello acaban colgados del cuello. También los mendigos de las calles van de aquí para allá pidiendo y mendigando con frecuencia, y todo por conseguir algo de dinero. En todos los países lo que más se ama es al dinero, por ejemplo, en países como Inglaterra, España y Francia, pues todo aquel que carece de él es humillado sin contemplación. Y no importa cuál sea la condición social de un hombre o la erudición que posea, si el hombre carece de dinero dirán de él que es tan solo un simple lacayo. En efecto, que Dios me ayude, en cualquier parte del mundo los hombres que poseen dinero pueden permitirse decir todo lo que les venga en gana. No hay duda de que hoy en día puede verse siempre que el dinero hace al hombre. Finis

Escribe José Antonio Alonso Navarro | Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de La Coruña (España) | Crítico literario de La Tribuna