“El diablo en la literatura” ha fascinado a escritores de todas las épocas. Desde pactos oscuros hasta sátiras sociales, esta figura ha inspirado relatos donde el poder, el deseo y la redención se entrelazan. Exploramos su presencia en obras clásicas y modernas, desde Marlowe hasta Gabriel García Márquez.

El diablo, el diablo, ¡qué personaje! Para algunos sinónimos de maldad, para otros, símbolo de poder, dinero, riquezas, tesoros, fama, gloria y preseas de toda clase, así como forjador de sueños y entelequias cristalizados en la arena, y para el resto, la mayoría escritores, sinónimo de misterio y sombras arcanas y un personaje que estimula y azuza la imaginación y la fantasía por doquier.

A lo largo de la historia muchos han sido los enfebrecidos literatos que han recurrido a esta figura vestida de rojo y negro y disfrazado o bien de perro o bien de fraile franciscano para forjar o cincelar historias de distinta índole o para tejer relatos pletóricos de mensajes codificados y confesiones laberínticas.

Unite al canal de La Tribuna en Whatsapp

Voy a mencionar, si me lo permites, querido lector, a unos cuantos de ellos. Christopher Marlowe (1564-1593) es uno de estos escritores que parecen, sin duda alguna, un personaje extraído de la ficción. Dicen que fingió su propia muerte porque era un oscuro espía al servicio de su Majestad la Reina de Inglaterra e Irlanda Isabel I o un agente secreto al servicio de Sir Francis Walsingham.

Pactos con el diablo: de Fausto a Thomas Mann

Este escritor, educado en Cambridge y gran lector y traductor de las obras de Ovidio, nos legó, entre otras, una obra teatral fascinante que lleva por título La trágica historia del doctor Fausto (1604), que versa sobre Fausto, un teólogo y médico que vendió su alma al diablo con el fin de obtener conocimientos secretos y poder.

Con ayuda de las artes mágicas y la nigromancia Fausto logró firmar con sangre un pacto infernal renunciando a Dios, al Cielo y a la salvación de su alma. Una vez hecho esto, Lucifer permitió que un demonio-fámulo de nombre Mefistófeles otorgara a Fausto lo que este desease durante 24 años de servicio.

Como toda obra en la que se aborda el tema del diablo y el pacto con tan oscura entidad, esta contiene mensajes secretos que solo un lector iniciado será capaz de develar, en especial, aquellos que tienen que ver con el cambio de forma para visitar el infierno, con viajar por los cielos en un carruaje tirado por dragones, con la incapacidad de los demonios menores para responder a ciertas preguntas, o con hacer sufrir a los hombres en este mundo.

En realidad, intuyo que Marlowe no tenía ninguna intención de moralizar, sino de dejar clara la idea de que el pacto diabólico es posible, pero que, lógicamente, tiene sus consecuencias para quien lo firma o sella con sangre.

Por consiguiente, puede decirse que la máxima principal del diablo es: “Yo te doy si tú me das algo a cambio”. No obstante, el final de esta obra teatral de Marlowe tenía que ser moralizador porque era lo que se esperaba, en general, de cualquier obra en el período isabelino para que fuera del gusto del público y pasara la censura de la época, pero solo era una cándida estrategia para ocultar un propósito mayor. ¿No lo crees así, mi querido lector?

Luis Vélez de Guevara (1579-1644) es el autor de El diablo cojuelo, obra que fue publicada en 1641. Este autor español nacido en Écija (Sevilla, España) nos presenta también una obra moralizadora, pero con tintes satíricos. En ella el autor se sirve de un, ¿por qué no?, osado estudiante que libera al diablo de una redoma en la que un mago lo había encerrado.

El diablo, que se muestra dicharachero tras obtener su libertad, eleva al estudiante por los aires, levanta los techos de las casas, y permite que este sea testigo de los vicios y virtudes de sus moradores humanos.

A Luis Belmonte Bermúdez (¿1587?-¿1650?) se le atribuye la obra teatral El mayor contrario amigo y Diablo predicador, una obra a través de la cual su autor satiriza el modo de vida de los franciscanos y por extensión de la Iglesia.

El diablo aparece también en esta obra como uno de los protagonistas principales. Aquel, castigado por el arcángel San Miguel por hacer que los franciscanos pasen hambre, se ve forzado a predicar y conseguir limosnas para hacer que tales religiosos dejen de pasar hambre. La imagen que se presenta del diablo en esta obra es más bien cómica y muy alejada de su imagen tradicional revestida de maldad.

Una obra de tono más grave es El Paraíso Perdido, de John Milton (1608-1674). Se trata de un poema en verso libre escrito, quizá, entre 1658 y 1663, que versa sobre la caída de Adán y Eva y su expulsión del Jardín del Edén por haber desobedecido a Dios. Esta es una obra compleja por los temas que aborda Milton que son, sobre todo, los de la predestinación y la naturaleza del bien y del mal.

Además de Satanás, se mencionan en el poema a los demonios Mammon, Beelzebub, Belial, Chemosh (o Quemós) y Moloch. Daniel Defoe (1659, 1660 o 1661- 1731) escribió La historia del diablo en 1726. La tesis del libro es que el diablo es alguien que participa desde las sombras en la gestación de la historia mundial.

El libro se divide en dos partes. En la primera parte Defoe explica la historia del diablo y en la segunda parte reflexiona sobre sus acciones en el mundo.

George Gordon Byron, más conocido como Lord Byron (1788-1824), escribió un drama titulado Manfred (1817), el cual nos recuerda poderosamente al personaje de Fausto. Aquel, atormentado por la culpa tras la misteriosa muerte de su amada Astarté, invoca a través de la magia y el conocimiento prohibido a siete espíritus que gobiernan en el mundo corpóreo para que le ayuden a olvidar su tormento.

Melchior-Frédéric Soulié de Lavelanet (1800-1847) escribió Las memorias del diablo (1849), una novela de misterio basada en el clásico “pacto fáustico”. Su protagonista es el barón Armando Luizzi de Ronquerolles, el cual hace un pacto con el diablo con vistas a obtener poder y riquezas a cambio de su alma.

Uno de los hechos más destacables de la novela es que es el propio diablo quien relata, como un narrador omnisciente, la historia a lo largo de los siglos y su relación con personajes históricos. La novela critica a una sociedad que suele anteponer la ambición a la moral.

El diablo en la narrativa hispanoamericana

Nuestro siguiente autor es Manuel Payno (1820-1894) y su novela costumbrista El fistol del diablo (1859 o publicada por entregas entre 1845 y 1846).  Esta novela narra la historia de un joven mexicano llamado Arturo que conoce a un misterioso caballero alto y vestido de negro que lleva un resplandeciente fistol en su camisa.

Este caballero, al que no es difícil identificar con el diablo a medida que la novela avanza, lo salva de morir ahogado cuando el barco en el que viajaba rumbo a Calais está a punto de naufragar.

En agradecimiento el joven, que se lamenta de no haber disfrutado todo lo que quisiera del amor o de haberle dedicado poco tiempo, pone a disposición del extraño caballero todo cuanto posee y algo más. El caballero, a cambio, promete ayudarlo a este respecto. La novela retrata la sociedad mejicana de mediados del siglo XIX.

León Tolstói (1828-1910) escribió una historia titulada El diablo que se publicó en 1911. Sin embargo, en esta ocasión las cualidades negativas del diablo asociadas a la caída moral y al sufrimiento parecen encarnarse en un hombre que está terriblemente enamorado de una campesina casada llamada Stepanida.

Entre las leyendas escritas por Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), hay una que se llama La cruz del diablo en la que se narra la historia de una cruz que atemoriza a los lugareños porque estos creen que está maldita y ligada al diablo. Esta es una de las leyendas que más me gustan de Bécquer por su prosa pausada y detallada.

Y no menos interesante que las obras anteriores resulta ser Los cantos de Maldoror, de Isidore Lucien Ducasse (1846-1870), una obra aterradora que destaca por su personaje central, Maldoror, un ser demoníaco que desafía a Dios en medio de una atmósfera de excesiva violencia, crueldad y toda negación de la existencia humana.

El diablo desinteresado, de Amado Nervo (1870-1919), se centra en contar la historia de un joven pintor que, como en algunas de las obras anteriores, vende su alma al diablo con el propósito de obtener fama y fortuna como un medio de conseguir el amor de la mujer que ama.

Una peculiaridad de esta novela es que el diablo presenta una imagen positiva al buscar a Dios por medio de la caridad y la bondad. Thomas Mann (1875-1955), el escritor alemán y Premio Nobel en 1929, publicó su novela Doctor Fausto en 1947. La novela narra la vida de Adrian Leverkühn, un compositor solitario y obsesionado con la música, desde su infancia hasta su muerte.

En esta obra Mann ofrece su propia versión del clásico pacto con el diablo a través de la figura de Leverkühn, el cual hace un pacto con el diablo porque desea convertirse en una gran figura de la música. La novela, además, critica a la burguesía alemana por mostrarse complaciente con el nazismo en Alemania.

Otro gran autor que escribió sobre el diablo fue el italiano Giovanni Papini (1881-1956), que en 1953 publicó un ensayo filosófico titulado El diablo en el que reflexiona sobre los orígenes del diablo y su relación con Dios y la humanidad. En este ensayo el diablo es visto como una entidad real con la que Papini intenta empatizar tratando de entender las causas de su rebelión contra Dios.

Querido lector, debo decirte que yo encontré en esta obra algo muy interesante, en especial la proyección de una perspectiva cristiana inusual frente a la mantenida tradicionalmente. En la obra, por ejemplo, se expone que el amor de Dios es tan grande que cuando suceda el Juicio Final, Este cerrará el infierno y redimirá a todos los pecadores.

Clive Staples Lewis (1898-1963) publicó Cartas del diablo a su sobrino en 1942. Esta obra, compuesta en un tono satírico y en un contexto marcado por la Segunda Mundial en Londres, pone su foco en un diablo ya viejo de nombre Escrutopo que escribe algunas cartas a su sobrino Orugario en relación acerca de cómo tentar a un hombre que acaba de convertirse al cristianismo.

En ocasiones la novela resulta bastante desopilante cuando leemos las estrategias que utiliza el diablo (o los demonios en general) para tentar a los hombres: alterar sus emociones, distraerlos, promover su vanidad, etc.

Interpretaciones modernas del diablo en la literatura

Autores más contemporáneos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Salman Rushdie, entre otros, abordaron igualmente la figura del diablo en sus obras y reflexionaron sobre la naturaleza del bien y del mal.

Gabriel García Márquez (1927-2014) escribió en 1968 un cuento titulado Un señor muy viejo con unas alas enormes en el que narra la historia de un anciano con alas que aparece en el patio de una casa durante una tormenta.

La aparición de tan extraño personaje suscita toda clase de especulaciones, algunos, de hecho, lo consideran un ángel caído y otros simplemente un ángel.

En verdad durante la lectura del mismo es inevitable pensar que a lo mejor se trata efectivamente de un ángel (o un demonio) rebelde. Esta novela invita a reflexionar sobre algunas cuestiones puntuales como la fe, la explotación de la religión o la manipulación de la gente en un ambiente de intenso y vívido realismo mágico.

Mario Vargas Llosa (1936-2025) publicó La fiesta del chivo en 2000, y aunque esta novela no aborda directamente la naturaleza o la figura del diablo, sí presenta un personaje que se parece mucho a él o podría haber hecho un pacto con el diablo.

Hablamos, naturalmente, del dictador dominicano Rafael Trujillo, cuya historia se entrelaza con otras historias, como la de una mujer llamada Urania Cabral.

A través de este dictador apodado extrañamente “el Chivo”, Mario Vargas Llosa explora el poder, la corrupción y la sexualidad vinculada a la política. Hay muchas más obras en la que aparece la figura del diablo como un personaje destacado en muchos países y en muchos idiomas.

Solo hay que sacarlas a la luz o desempolvarlas si hay un poco de interés en ello. Y para acabar, me pregunto lo siguiente, si es que ya no lo he hecho sutilmente antes o he tratado de hacerlo: ¿qué tiene el diablo que fascina tanto o llama la atención de los escritores? Y la respuesta es: quién sabe, mi querido lector, quién sabe.

En Paraguay, autores, músicos y artistas también han explorado la figura del diablo desde distintas ópticas populares y religiosas, lo cual podría ser materia de un próximo artículo

LEA TAMBIÉN: La imagen del dinero en algunos textos de la literatura medieval