La ola de frío que azotó al país en las últimas semanas volvió a golpear con fuerza al sector productivo de nuestro país. Tanto cultivos como pasturas quedaron afectados, dejando secuelas aún imposibles de dimensionar con exactitud. Desde el trigo hasta la chía, pasando por el maíz de entrezafra y las pasturas ganaderas, el impacto es profundo y sus efectos la sienten, tanto grandes como pequeños productores.
Una vez más, los sectores más vulnerables resultaron los más perjudicados. La agricultura familiar, que sostiene buena parte de la seguridad alimentaria nacional, enfrenta pérdidas que afectarán los ingresos de las familias campesinas y como efecto colateral, el abastecimiento en los hogares paraguayos.
Hay que reconocer que nuestros productores están curtidos en adversidades. La resiliencia del campo paraguayo es conocida y respetada. Sin embargo, lo que hoy enfrentamos ya no se limita a eventos aislados. Lo que se presenta es un nuevo patrón climático global, con efectos concretos y crecientes en nuestra economía rural.
Sequías prolongadas, lluvias desbordadas y heladas fuera de temporada son ya parte de la nueva realidad. A eso se suma la imposibilidad de realizar cosechas en tiempo y forma por la humedad excesiva del suelo.
Ante esta realidad necesitamos con urgencia políticas públicas claras, sostenidas y anticipatorias. A estas alturas, nuestros productores tienen que contar con un sistema de alerta temprana, capaz de brindar información oportuna. Esto por supuesto, también debe ser acompañado con programas que fomenten la inversión en tecnologías adaptativas, como coberturas vegetales, sistemas de riego eficientes, infraestructura para resguardo de animales, e investigación genética para cultivos más resistentes.
Paraguay ha demostrado capacidad científica y tecnológica en el ámbito agrícola. Tenemos instituciones, técnicos y conocimiento local de alto nivel. El desafío está en expandir el acceso a estas herramientas, alcanzando especialmente a los pequeños productores, quienes siguen siendo los responsables de que los alimentos lleguen a nuestras mesas.
El comportamiento atípico del clima ya está afectando al campo paraguayo. Frente a ello, el Estado debe estar a la altura con medidas concretas, y la sociedad en su conjunto debe comprender que proteger a nuestros productores es defender el alimento, la economía y el futuro del país.