En la noche del jueves, el barrio San Francisco volvió a teñirse de sangre. Alfredo David Duarte Flores, de 29 años, fue asesinado de un disparo en el tórax. El hecho ocurrió en una de las esquinas de este populoso sector de Asunción.
El presunto autor del crimen es un adolescente de apenas 16 años, quien ya se encuentra detenido en la Comisaría 12 de Trinidad.
En el sitio aún pueden verse rastros de sangre en el asfalto, testigos mudos de la tragedia que golpeó a la comunidad. La Policía Nacional realizó el procedimiento en el lugar, pero el temor y la impotencia se apoderan de los vecinos que aseguran vivir bajo una ola permanente de inseguridad. “Esto se ha vuelto cotidiano, ya no sorprende”, afirma una vecina que prefirió no revelar su identidad por seguridad.
Vecinos denuncian abandono y temor constante
La mujer relató con crudeza la realidad que enfrentan a diario. Niños y adolescentes atrapados por el microtráfico en el barrio San Francisco, falta de respuesta por parte de la comisaría local y una presencia policial que, según denuncian, se limita a custodiar locales comerciales.
“Llamamos varias veces para denunciar que hay chicos drogándose en la plaza frente a mi casa, y nunca vinieron”, lamentó.
El menor detenido, conocido por muchos en el barrio, habría caído en el consumo de drogas desde temprana edad. Según los testimonios recogidos, su madre vendió su departamento y se mudó a Ciudad del Este al no poder contener la conducta del joven. Desde entonces, dormía en plazas y se mantenía gracias a la complicidad de amigos que lo inducían a delinquir.
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Una comunidad abandonada
“Todos sabíamos en qué andaba. Intentamos muchas veces para que vuelva a la escuela, pero nunca quiso cambiar”, agregó la vecina. En el ambiente se nota una fuerte frustración: el barrio modelo concebido para brindar oportunidades terminó devorado por el abandono estatal y la falta de un acompañamiento social efectivo.
Los pobladores aseguran que la Policía sabe lo que ocurre, pero mira hacia otro lado. “se denuncia varias veces la venta de droga, y siempre les avisan antes que va a haber allanamiento”, afirma con impotencia. El relato es recurrente y unánime, una comisaría cercana, una patrullera apostada a pocas cuadras, pero una comunidad sin respuestas, sin presencia real y sin seguridad.
“Ya no se puede caminar de noche. Es arriesgar la vida por nada”, reflejaron los vecinos, quienes viven con un temor compartido por muchas familias. Lo que debería ser un espacio de esperanza para personas vulnerables, hoy es una zona atrapada entre la indiferencia oficial y el avance del crimen.
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