En los pilares de una democracia saludable y vibrante, se encuentra el debate fecundo y las discusiones enriquecedoras. Estos elementos son como el aire que respiramos para una sociedad abierta, fundamentales para la construcción y el sostenimiento de una verdadera democracia. Sin embargo, en el escenario político actual de Paraguay, parece que estos valores fundamentales están siendo relegados al olvido por una clase política que parece haber perdido el rumbo.

En estos 35 años de democracia, hemos sido testigos de la madurez de nuestra sociedad en comprender que las opiniones son diversas y que, más allá de las controversias políticas, existen intereses cotidianos que son prioritarios para el bienestar de la población. Sin embargo, lamentablemente, esta madurez parece no haber llegado a la clase política actual, que se encuentra representada en el Congreso Nacional.

Es lamentable observar cómo nuestros representantes políticos se enredan en debates estériles y crean controversias sobre cuestiones que no llevan a ninguna parte, distrayendo la atención de temas realmente trascendentales para el futuro de nuestra nación. Nunca antes en estos 35 años de democracia hemos tenido un Congreso tan carente de visión de futuro, tan desconectado de las necesidades reales de la población.

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Mientras el mundo enfrenta una crisis global, con una escalada en la carrera armamentística que incluye a nuestros vecinos, en Paraguay apenas si se discute el papel que jugaremos en este escenario tan conflictivo. A nivel local, tenemos pendientes importantes como la resolución de las cuestiones relacionadas con las dos represas hidroeléctricas binacionales, Itaipú y Yacyretá, cuya resolución podría significar una mejora sustancial en la calidad de vida de los paraguayos.

Sin embargo, en lugar de abordar estas cuestiones vitales, nuestros parlamentarios han centrado la atención pública en la restitución de fueros, una figura que, según los expertos, es inexistente en nuestro ordenamiento jurídico. La reversión de esta decisión es un gesto de madurez al reconocer y enmendar errores, pero debería servir como un llamado de atención para nuestros legisladores.

Es hora de que nuestros parlamentarios prioricen los intereses nacionales sobre las disputas partidistas y los debates estériles. Es hora de que vuelvan su mirada hacia las necesidades reales de la población, hacia los desafíos globales que enfrentamos como nación. La sociedad paraguaya merece un Congreso que trabaje incansablemente en su beneficio, que esté comprometido con el progreso y el bienestar de todos los ciudadanos.