En La Tribuna no desconocemos las críticas que recibe la prensa desde diferentes sectores de la sociedad. Muy por el contrario, las asumimos como parte del ejercicio democrático, que también nos interpela. Por nuestra propia historia, como medio de comunicación, coincidimos con la sociedad que sin la buena información se desvaloriza la libre expresión, se daña el noble oficio de comunicar y se debilita el ejercicio pleno de la democracia
Sabemos, además, que enfrentamos un fenómeno peligroso y creciente, la era de la posverdad. No se trata solo de una distorsión ocasional de los hechos, sino de una estrategia deliberada que busca manipular realidades y despreciar la verdad como valor. Por ende, se convierte en una amenaza directa a la esencia del periodismo responsable.
No subestimamos a nuestros lectores. Ni mucho menos. Sabemos que la gente distingue cuando desde la prensa se quiere manipular creencias y emociones con el objeto de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
Creemos que lo mejor que se puede aportar desde la prensa a una sociedad que evoluciona, es acompañar, todo proceso de desarrollo que sea de beneficio para la mayoría. En esa tarea, el uso responsable de la tecnología, la verificación rigurosa de datos y el respeto a los hechos deben ser parte esencial del ejercicio informativo.
Nos preocupa la instalación de un clima que pretende hacernos creer que todo está contaminado, que no hay referentes válidos, que todos son parte del problema. Rechazamos esa visión pesimista. Apostamos, en cambio, por una mirada que inspire confianza, que impulse el deseo colectivo de construir un país mejor.
La libertad de prensa no se agota en el derecho a difundir información. Si esta es parcial, manipulada o imprecisa, esa libertad se vuelve insuficiente. El ciudadano dentro de un Estado de derecho no solo es libre de expresarse, también tiene la absoluta legitimidad a acudir a un árbitro, si se siente afectado.
La Tribuna no comparte ese maniqueísmo mediático que atenta contra la información y manosea con alevosía la comunicación. Ya poco engaña eso de pretender colocar que lo bueno está de un lado y todo lo malo está del otro lado. La comunicación responsable exige matices, honestidad intelectual y respeto por la inteligencia del lector.
En resumen, la libertad de prensa no es ni puede ser libertad de opresión. Su límite es la dignidad de aquellos a los que se dirige la información y la opinión responsable. Por eso, mantenemos el compromiso con la información de calidad, así jerarquizamos la libre expresión, valorizamos la libertad de prensa y apostamos, con hechos, por la democracia.