El departamento de Itapúa, históricamente reconocido por su producción agrícola, su vocación de trabajo y su cercanía cultural con la Argentina, atraviesa uno de los momentos más delicados en materia de seguridad. El fenómeno del sicariato, hasta hace unos años ajeno a esta región del sur, se está instalando con alarmante normalidad en distritos como Alto Verá, San Pedro del Paraná, Cambyretá o Itapúa Poty.

La región, que hasta no hace mucho, solía hablar de contrabando de mercaderías como el mayor de sus delitos fronterizos, hoy es víctima de una espiral de violencia mucho más peligrosa, más estructurada y profundamente enraizada en el negocio del narcotráfico.

Los últimos crímenes hablan por sí solos. Dos cadáveres ejecutados a tiros en la Reserva San Rafael; el asesinato de un hombre vinculado al tráfico de drogas en pleno centro de Encarnación; y varios ajustes de cuentas registrados en los últimos dos años en distintos puntos del departamento. Todos estos casos tienen elementos comunes: las víctimas con antecedentes penales, los ataques planificados y una brutalidad que no deja dudas sobre su motivación narco.

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El narcotráfico ha ganado terreno en el sur. Las condiciones geográficas de Itapúa —amplias zonas boscosas, escasa presencia estatal en los distritos del norte, y una larga frontera fluvial sobre el Paraná— son ideales para la producción y el tránsito de drogas hacia Argentina.

Pero lo más preocupante no es solo la presencia de estos grupos, sino su consolidación. En algunas localidades, como ya ocurre en otras fronteras del país, los criminales ya no se ocultan: ostentan armas, poder y control social. Se comportan como amos y señores!

La situación es tan grave que ciertas comunidades, incluso indígenas, se ven envueltas en este clima de inseguridad, muchas veces siendo utilizadas como rutas o campamentos para el procesamiento de marihuana.

Las autoridades locales enfrentan este monstruo de mil cabezas con recursos insuficientes, sin coordinación real entre instituciones, y muchas veces con vínculos sospechosos entre actores políticos y criminales.

La narcopolítica, ese fenómeno tan temido y tristemente común en América Latina, está echando raíces en Itapúa. Si no se actúa con decisión, si no se reconoce el problema en toda su magnitud, si no se sella una alianza firme entre el Gobierno central, las fuerzas del orden y la ciudadanía, esta parte del país correrá el riesgo de convertirse en otra zona tomada por el crimen organizado, como ya ha ocurrido en otras regiones fronterizas donde el nombre del lugar se volvió sinónimo de violencia, muerte y abandono.

Itapúa siempre fue símbolo de paz, convivencia y producción y esa fama no debe alterarse.