Todos los países tienen su mitología junto con sus tradiciones y costumbres o, con eso que los norteamericanos, en su mentalidad reduccionista, denominan “herencia”.

La mitología, como sabes muy bien, mi querido lector, aglutina todos esos mitos que, como historias ancestrales que tratan de explicar algún aspecto relacionado con la génesis del mundo, el universo, o incluso el origen de los dioses, forman parte de la cultura de un país.

A veces, los mitos se erigen también como historias que son parte integral de las religiones.

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Las grandes civilizaciones de la antigüedad como la antigua Grecia, la antigua Roma y, antes que ellas, civilizaciones más antiguas como el antiguo Egipto y Mesopotamia, tuvieron sus mitos. Y hay escritores que, como J.R.R. Tolkien (1892-1973), se deleitaron construyendo una mitología ficticia, como en sus obras El Hobbit (The Hobbit), publicada en 1937, El señor de los anillos (The Lord of the Rings), publicada en 1954, y El Silmarillion (The Silmarillion), publicada en 1977.

La historia de El señor de los anillos transcurre en la Tercera Edad del Sol de la Tierra Media, un lugar donde conviven seres humanos y razas sobrenaturales como los hobbits y los elfos, entre otras, tal como pueden leerse en los mitos tradicionales.

En El Silmarillion se narra la creación de Eä y el nacimiento de razas ficticias de Arda como Valar o Maiar. Los griegos utilizaron los mitos en sus tragedias griegas para tejer historias épicas vinculados a héroes y dioses y Hesíodo, amparándose en la libertad de creación que ofrece el mito o la mitología muchas veces, escribió su Teogonía, obra que se centra en el origen del cosmos y el linaje de los dioses griegos.

Sin embargo, puede haber en los mitos como relatos ancestrales algún poso de verdad que con el paso del tiempo pueda haberse agrandado o achicado, según el tipo de mito, por supuesto, o, como en el caso de los mitos indígenas, una forma diferente de interpretar el cosmos, el mundo, o la vida con una sabiduría que el rígido pensamiento de la civilización occidental no quiso considerar durante mucho tiempo.

Claude Lévi-Strauss nos enseñó a todos a ver los mitos indígenas como depósitos de una sabiduría que llegaba a las mismas conclusiones que la ciencia tradicional, pero con otros métodos diferentes basados, no obstante, en la experiencia, la observación y en pruebas de error y ensayo.

Los mitos indígenas de América son muy ricos y variados. Cada uno de ellos, en forma de relato, construye una visión sobre algún aspecto vinculado con el origen del mundo, el hombre y muchos otros fenómenos cósmicos y naturales.

Y si pensamos en la mitología guaraní, esta ofrece un conjunto de creencias tan ricas como variadas que se extienden por Paraguay, Bolivia, Uruguay, Argentina y Brasil fundamentalmente, y que se han ido transmitiendo oralmente de generación en generación.

La mitología guaraní es compleja, y no solamente está formada por un solo dios, Tupa o Ñamandú, sino por muchas otras deidades que son protectoras también de la Tierra Sin Mal.

Es curioso, por cierto, como entre los mitos guaraníes y la religión cristiana pueden existir varias concomitancias. La mitología guaraní habla de dos tierras: una conocida como Yvymarae’y (Tierra Sin Mal) y otra tierra llamada Yvytenonde (Segunda Tierra), y parece ser que en esta segunda tierra los seres humanos vivían con los dioses en un pasado remoto.

En ella no existían ni las enfermedades ni el hambre, por lo que sería posible asociar esta mítica segunda tierra guaraní con el paraíso terrenal bíblico donde Adán y Eva vivieron un tiempo antes de su caída con los ángeles, y donde no había ni enfermedad ni muerte ni tampoco la necesidad de comer o la obligación de trabajar.

Asimismo, la mitología guaraní habla de un diluvio (Mba’e-meg̃ua guasu) que fue causado por los dioses cuando Jeupie cometió incesto al copular con la hermana de su padre.

La Biblia hace referencia también al diluvio universal, y es notable el hecho de que cuando Adán y Eva (representantes de toda la raza humana) desobedecieron a Dios, ambos fueron expulsados del paraíso y obligados a sufrir todas las penurias que padecen los hombres y las mujeres por su condición de seres humanos: hambre, sed, enfermedad, muerte, etc.

En el caso de la mitología guaraní tras el suceso del diluvio, aquellos seres humanos que sobrevivieron a este tuvieron que habitar otra tierra diferente en la que existía la enfermedad y el sufrimiento.

Por otro lado, la mitología guaraní está llena de criaturas sobrenaturales, como en cualquier otra mitología del mundo, entre ellas los siete hijos de la hermosa hija de Marangatu y un espíritu del mal llamado Tau.

Aunque me da un poco de temor mencionarlos, mi querido lector, voy a hacerlo: (1) Teju Jagua, que protege las cuevas; (2) Mbói Tu´i, protector de todos los seres que viven dentro del río; (3) Moñái; (4) Jasy Jatere, deidad que rapta a niños; (5) Kurupí, una deidad terrible que viola a las mujeres, mata a niños pequeños, y es poseedor de un descomunal miembro reproductor; (6) Ao Ao; y (7) Luisón, una especie de temible hombre lobo que suele aparecerse en ocasiones con la complicidad de la noche y la connivencia de la luna llena. Sin embargo, hay más, lector que no estás familiarizado con los seres sobrenaturales del Paraguay. Hay otros seres míticos, tales como el Pombéro, el Ka´a Póra, el Ka’a Jára,  el Mala Visión, el Jurupari y el Ñande jarýi.

Bien, sirva todo esto que acabo de exponerte, lector mío, como contexto. El último libro de la profesora Leni Pane, especialista en Antropología de la Educación, Antropología Cultural y Derechos Humanos, lleva por título Stavum y otros cuentos.

El título me parece tan sugestivo y fascinante como las historias que posee en sus memorables entrañas. Todas ellas poseen una enseñanza sabia y didáctica. El libro recoge nueve (9) cuentos dotados, además, de una prosa amena, ágil y elegante liberada de ambages, guedejas doradas y otros abalorios ornamentales al uso que puedan distraer al lector. Entre los cuentos destaco los que llevan por título El pasillo, La broma, El desafío, Copiatini o La reunión.

El último de ellos lleva por título Stavum, y es el que más nos interesa en esta columna de hoy. Stavum, en palabras de la propia autora, “cuenta la ancestral historia de un pueblo que fue prisionero de los incas. Una historia demasiado antigua para que los actuales jóvenes nivaclés la sepan y tan repetida en una reciente antigüedad que se convirtió en mito. Y el mito nos cuenta que el pueblo era azotado por los ataques periódicos de las tribus del norte, aquellas que vivían en las montañas donde habitaban los cóndores”. Stavum, por lo tanto, es un cuento amasado a partir de un mito nivaclé.

Su protagonista es un cuervo negro de nombre Stavum precisamente, pero, ojo, no es cualquier cuervo. Se trata de un enorme cuervo real que posee un pico largo y fuerte, patas con garras que atemorizan y “una cola larga en forma de cuña”.

Lo peor es que este cuervo se alimenta de seres humanos a quienes caza cerca de unos montes situados al sur de las montañas.

Los nivaclé tienen mitos extraordinarios y el de Stavum es, indudablemente, uno de los más llamativos, y ahora, gracias a los cuentos de Leni Pane, es posible conocerlo y disfrutarlo.

Yo no había oído hablar nunca de este pueblo originario hasta que me vine a vivir a Paraguay arrastrado por la energía magnética del amor. Los nivaclé poseen creencias vinculadas a la creación del mundo, a la vida después de la muerte, a la división del mundo en varios planos, a espíritus guardianes y a la metempsicosis.

Este último concepto nos remite a la posibilidad de que las almas puedan cambiar de forma después de morir y transformarse en otros seres vivos, idea esta muy recurrente en la mitología universal.

Stavum es prácticamente, por si esto fuera poco, una amalgama de muchas creencias del pueblo nivaclé y, como un relato mítico basado en un mito real, posee todos rasgos y cualidades sustanciales de un mito en toda su dimensión.

Para empezar, contamos con la figura de un ser excepcional dotado de cualidades extraordinarias y destrezas fuera de lo común en otro ser humano que lo hacen merecedor de ser considerado un héroe: Ajitaj. Después tenemos un ser de carácter sobrenatural o mitológico en forma de cuervo que encierra un significado intenso y profundo para la cultura de la tribu que ha hecho suyo el mito, en este caso, los nivaclé.

Este significado oculto apuntaría, quizá, a la mención o referencia indirecta de un enemigo mortal y terrible para ellos (una tribu enemiga caníbal) que pudiera haber estado acosando a los nivaclé durante mucho tiempo, quizá por generaciones.

El propio cuento-mito que nos relata su autora nos hace saber el peligro que corren los pobres mortales si se topan en los montes con este feroz cuervo que acecha constantemente al sur de las montañas.

Sin embargo, este cuervo no solamente devora a estos infelices e infaustos mortales, sino que, una vez comidos, los huesos de aquellos sirven como palos de juego para sus hijos que se hallan en la Vía Láctea, en el stavum ihchachapenjayish. Y es ahí donde aparece el gran héroe: Ajitaj, un hombre joven que, al saber del sufrimiento y pena que Stavum causa entre hombres y mujeres de una tribu, decidirá enfrentarse a él solo, sin ayuda de nadie.

La referencia en el cuento al adjetivo solo es vital para comprender lo que es Ajitaj: un hombre cuya condición de héroe viene determinada, sobre todo, por el hecho de que nadie más va a ayudarlo a la hora de poner fin a los estragos del cuervo carnívoro.

Pero Ajitaj es también un hombre dotado de inteligencia y sentido común, cualidades ambas que lo van a conducir a prepararse adecuadamente antes de emprender su gran acto “heroico”. ¿Y cómo lo va a hacer, mi querido lector?  

Bueno, lo primero que hará será aprender a ser más veloz que el fuego, y cuando lo consiga, saldrá en busca de Stavum armado solamente con un simple cuchillo y un humilde arco con flechas y caminando por las estrellas. Esto último es extraño y enigmático. No sabemos cómo lo hace, pero esa parte portentosa y sobrenatural es característica del mito y de los héroes.

En su camino Ajitaj matará primero a los hijos de Stavum y después se esconderá en el nido de una araña. Cuando Stavum descubra la muerte de sus hijos, decidirá perseguirlo, pero Ajitaj, que no es cualquier hombre, sino un héroe, recurrirá a la metamorfosis, una estrategia prototípica de la mitología y de la literatura clásica.

La titánide Metis se transformó en una mosca, y Zeus en animales y seres humanos a la hora de seducir a mortales y titánides como Dánae, Europa, Leda, Sémele, Leto o Alcmena; el propio dios romano de las estaciones, Vertumno, se transformó en una anciana para entrar al huerto de Pomona, la diosa romana de los árboles frutales, y en una ocasión Deméter se transformó en una yegua para escapar de Poseidón.

Ajitaj, en cambio, para tratar de escapar del “Gran Cuervo Real” se transformará alternativamente en un palo y en una gota de rocío. Y tras una fatigosa persecución en la que intervienen otros personajes, Ajitaj, no sin gran esfuerzo por su parte además de ciertas dosis de heroicidad, logrará matar a Stavum.

Este final no podría ser de otra manera. El héroe mítico suele acabar con una criatura extraordinaria y temible. En este cuento mítico es un cuervo, en otros fue un dragón, un gigante, un grifo o un caballero hijo de una humana y de un ser sobrenatural. Y cuando terminé de leer este cuento, no pude evitar pensar en un elemento inherente a los pueblos originarios: el tótem, esto es, ese objeto sagrado llamado originalmente doodem procedente de la lengua ojibwe.

La verdad es que, errado o no, he asociado el cuervo Stavum con una clase de tótem con el que la tribu enemiga de los nivaclé podría haberse identificado espiritualmente. Y es que los tótems, en general, destacan por representar toda suerte de animales (osos, ranas, pájaros o seres sobrenaturales) de los que los pueblos originarios a lo largo de su historia han hecho suyos sus cualidades, rasgos, destrezas y habilidades más notables.

En cualquier caso, lector mío, como en todo mito, hay en Stavum una enseñanza o una advertencia transmitida de generación en generación, y esta enseñanza o esta advertencia ha perdurado, en palabras de Leni Pane, “en la memoria de un pueblo”. Yo te recomiendo para este fin de semana este libro de cuentos que contiene tanto advertencias como enseñanzas de provecho que, sin duda alguna, te harán más sabio y prudente a partir de ahora.