Me consta que más de un rockero derramó una lágrima cuando Ozzy cantaba «Mamma I’m comin’ Home» el sábado 5 en su último concierto. Fue una despedida por todo lo alto, digno de un rey del heavy metal como fue Ozzy en su larga carrera.
El ex cantante de Black Sabbath falleció este martes 22 a los 76 años. Su esposa Sharon Osbourne, destacó que partió “en paz y rodeado de amor”.
Osbourne ha sido una de las estrellas más carismáticas del heavy metal. Todos pensaban que al salir de Black Sabbath a fines de los setenta, su carrera estaba acabada pero Ozzy, con el firme apoyo de su esposa y representante Sharon Arden, surgió como un ave fénix y sobrevoló durante décadas lanzando discos que se convirtieron en clásicos y liderando los festivales Ozzfest.
John Michael Osbourne nació el 3 de diciembre de 1948 en Birmingham, Gran Bretaña, en una familia numerosa y muy pobre. En 1969 formó Black Sabbath con el guitarrista Tony Iommi, el baterista Bill Ward y el bajista Geezer Butler, con quién ya había formado un grupo anterior. Ozzy ingresó a la banda porque poseía un equipo de amplificación. Pero pronto sobresalió con un estilo muy particular, que contribuyó al estilo tétrico de Black Sabbath.
A lo largo de su vida, Osbourne batalló no solo contra enfermedades, sino contra adicciones, caídas y polémicas. Su carrera estuvo marcada por excesos, pero también por resiliencia: superó múltiples hospitalizaciones, rehabilitaciones y episodios que hubieran detenido a cualquier otro artista.
En los últimos años, Ozzy enfrentó múltiples problemas de salud crónicos, siendo el párkinson una de las principales enfermedades que deterioraron su estado físico. El diagnóstico lo recibió en 2020, y desde entonces atravesó varios tratamientos.
Su deceso se debió a complicaciones derivadas de enfermedades neurológicas degenerativas, agravadas por años de desgaste físico.
En su concierto de despedida, cantó sentado en un trono negro, acompañado de sus compañeros de Sabbath y otras estrellas del rock y el metal que le rindieron tributo.