Paraguay se prepara para recibir, en agosto, la visita oficial del presidente de Taiwán, Lai Ching-te. Se trata de un acontecimiento que trasciende el protocolo diplomático para convertirse en una reafirmación de principios, de soberanía y de una alianza construida sobre valores, no sobre conveniencias. En un escenario global marcado por presiones, realineamientos e incertidumbre, nuestro país elige mantener su relación con Taiwán como una declaración de coherencia, dignidad y soberanía.

A lo largo de casi siete décadas de relaciones bilaterales, Paraguay y Taiwán han tejido un vínculo que va más allá de lo político. La cooperación en salud, educación, tecnología, infraestructura y formación de capital humano han sido clave en esta relación y han contribuido enormemente al desarrollo nacional. Pero, sin duda, lo más importante de este vínculo es la coincidencia en la defensa de los principios de democracia, respeto institucional y solidaridad entre naciones pequeñas que buscan afirmarse en un mundo dominado por potencias.

La decisión de mantener relaciones plenas con Taiwán, pese a la creciente presión geopolítica de la República Popular China, es un ejercicio de soberanía. Como lo señaló el presidente Santiago Peña, Paraguay no ignora la existencia ni la importancia de China en el tablero mundial. Pero tampoco está dispuesto a subordinar su política exterior a chantajes comerciales o condicionamientos ideológicos. “Paraguay tiene la solvencia para elegir a sus amigos sin ser extorsionado”, dijo con claridad Peña.

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La visita del presidente Lai debe ser leída como una reafirmación de esa autonomía. Es un mensaje claro, en medio de la tensión regional e internacional, de que Paraguay no construye relaciones basadas en el miedo o la conveniencia, sino en la lealtad, el respeto mutuo y la historia compartida. Defender a Taiwán, como también sostuvo Peña, es también defender al Paraguay, porque ambos pueblos han sabido mantenerse firmes en sus convicciones.

Esto no debe significar, desde nuestra perspectiva como La Tribuna, cerrar puertas a otros países o regiones. Una política exterior madura debe buscar ampliar horizontes, abrir mercados y fortalecer alianzas en distintos frentes. Pero no a costa de renunciar a valores fundamentales. La autodeterminación, el respeto por la democracia y la soberanía son pilares que no deben ser negociados.

Mirando al futuro, esta visita puede y debe ser también un impulso renovado para profundizar la cooperación con Taiwán. La tecnología, la innovación, los intercambios académicos y las oportunidades para la juventud paraguaya han sido pilares de nuestra relación con Taipéi. Pero es tiempo de ampliar esa agenda e incluir cooperación en infraestructura y defensa, áreas en las que Paraguay tiene mucho por aprender de sus aliados taiwaneses .

Más allá de los juegos geopolíticos y diplomáticos, y de los errores y aciertos de nuestros gobernantes, sostener relaciones con Taiwán, a pesar de las presiones, es, sin duda, un acto de soberanía. Y la soberanía, más allá de los intereses, es un valor que los paraguayos llevamos en lo más profundo de nuestra identidad.