En Paraguay no hay hogar, taller, chacra, aula u oficina donde falte un termo y un mate. La yerba mate, en sus múltiples formas —tereré, cocido o mate tradicional— forma parte de nuestro ADN cultural. Su nombre científico, Ilex paraguariensis, es una declaración de identidad. Pero, paradójicamente, mientras la yerba gana espacio en mercados internacionales y su precio en góndola sube, los productores del sur del país enfrentan el ocaso de sus yerbales.

La voz de alarma se enciende en Itapúa, donde pequeños productores vienen denunciando, año tras año, el progresivo abandono del rubro. Hoy, ya no es solo una advertencia: la destrucción de yerbales es una realidad. A cambio, crecen hectáreas de soja. Y esto ocurre no por falta de demanda, sino por un modelo económico que desvaloriza al productor primario y beneficia a otros eslabones de la cadena.

El presidente de la Federación de Productores de Yerba Mate del Nordeste de Itapúa, Felipe Ojeda, lo dijo sin rodeos: el Ministerio de Agricultura y el Centro Yerbatero Paraguayo dieron la espalda a los agricultores. Las estadísticas caseras elaboradas por los propios productores muestran con claridad el problema: mientras en 2016 se pagaba G. 1.920 por kilo de hoja verde, hoy apenas se abonan G. 900. Y sin embargo, en ese mismo periodo, el precio de la yerba terminada en el mercado se disparó de G. 14.000 a G. 20.000 por kilo.

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¿Quién se está quedando con la diferencia? La lógica indica que hay una falla grave en la cadena de valor, un desbalance que erosiona el sustento de miles de familias rurales.

Este escenario compromete el presente de miles de familias campesinas y el futuro de un rubro nacional por excelencia. Cada hectárea de yerba que desaparece es un golpe a nuestra cultura, a nuestra soberanía alimentaria y a nuestra economía local. El desplazamiento del cultivo tradicional por la soja, con sus propias consecuencias sociales y ambientales, debe ser motivo de preocupación.

Urge que las autoridades escuchen y actúen. Se necesitan precios justos, asistencia técnica, crédito, y una reforma profunda en la forma en que se comercializa la yerba mate. No podemos permitir que un producto símbolo de nuestra identidad nacional termine siendo un recuerdo en los libros de historia. Aunque se torna difícil que lleguemos a ese escenario, es preocupante el deterioro del producto, que debería ser estrella de nuestra nación, con programas de mejoras y asistencia, acompañamiento y apoyo técnico a los productores.

Preservar la yerba es también preservar la dignidad del productor paraguayo y un producto que hace a la identidad y el orgullo de los paraguayos.