Brújula Deportiva: Que el sueño no termine en una pesadilla más

Pedro Garcia Garozzo

La Confederación Paraguaya de Básquetbol y la Municipalidad de Asunción anunciaron, cada una por su lado, el feliz arribo a un pleno acuerdo después de largas negociaciones, para la recuperación del Estadio Comuneros. El mismo fue indebidamente expropiado a la primera en una de las más injustas arbitrariedades que más que la pérdida en si de una propiedad, lo que representó un verdadero atentado con derivaciones múltiples en perjuicio del desarrollo del baloncesto en particular y perjudicando también colateralmente a otros deportes cobijados generosamente en los años cincuenta, sesenta y setenta por ese verdadero templo del deporte.

El propio Comité Olímpico Paraguayo tuvo allí su cuna un 11 de agosto de 1970 y fue su sede hasta que se mudó a una oficina alquilada en el Edificio Mercurio a cuadras del Comuneros.

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Allí en enero de 1965 se disputó el primer certamen oficial internacional de fútbol de salón, un sudamericano que ganó justamente la selección paraguaya, como lo perpetua un monolito con placa conmemorativa en la esquina de Avenida República y 15 de Agosto en la entrada misma de la Costanera.

El estadio inaugurado el 24 de abril de 1949, fecha doblemente histórica porque fue además la primera vez que el Paraguay organizò una justa oficial deportiva internacional, un sudamericano de baloncesto masculino, se convirtió en la plaza obligada de cuanto espectáculo deportivo, artístico o cultural requería un aforo para varios miles de espectadores, que se realizara en aquel tiempo. Allí un seleccionado paraguayo ganó también el primer cetro sudamericano oficial el 28 de abril de 1952, cuando  “las panteras” guaraníes superaron 20-19 en la final a Brasil en el continental femenino de básquet, titulo repetido diez años después ya con la magistral conducción de la gran Edith Nunes, la máxima exponente femenina del deporte paraguayo del siglo pasado, incluso goleadora de un mundial.

Dieciséis años después comenzó el via crucis y hoy a casi 45 años del tornado que sepultó lo que iba a ser su techo y propició la insólita expropiación del Estado, después de sucesivos intentos que no llegaron a feliz termino, se vuelve a hacer un anuncio de acuerdo de las partes en litigio (la CPB cuenta con dos fallos a favor de la Corte Suprema de Justicia, que obligan a la Comuna a resarcirla, lo que con chicanas interminables, dilaciones sucesivas y la aplicación más efectiva que las propias normas jurídicas de la “ley del ñembotavy”, mantienen huérfana de la que fue su casa, a la Confederación Paraguaya de Basquetbol y al deporte paraguayo, con serios colaterales perjuidiciios, como lucro cesante, pérdida de nivel competitivo internacional, vida nómada por más de una decena de locales alquilados, etc.

El 4 de noviembre pasado, se cumplieron 45 años del ultimo episodio deportivo en el C omuneros: (desafío tenístico en el que Guillermo Vilas venció al rumano Ion Tiriac).

Despues el coliseo fue sometido a refacciones y se encaró la obra de su techado. En pleno proceso de construcción, en la aciaga siesta del 26 de enero de 1978, una tormenta tropical de verano, precipitó a tierra gran parte de los arcos de la estructura del futuro techo del estadio. Y ahí las autoridades políticas que no veian con buenos ojos que un estadio donde miles de personas concurrían esté tan cerca, a metros del Palacio de Gobierno, tuvieron la excusa perfecta para el desalojo sin resarcimiento hasta hoy.

Pese al anuncio que fue publicado en este medio hace ya casi un mes (el 14 de noviembre pasado), no se termina de materializar y oficializar el acuerdo.

Y hay razones históricas más que valederas para temer, que el sueño vuelva a ser pesadilla, como pasó en 2010, cuando la Junta Municipal desautorizó el arreglo subscripto en acto publico el 16 de febrero de aquel año por la entonces intendenta Evanhy de Gallegos y las autoridades de la CPB presididas entonces por Marcelo Bedoya. Ojalá que la noticia que se lanzó por fuentes de ambas entidades a mediados del mes pasado, no tenga como suele ocurrir en similares circunstancias en nuestro muy peculiar medio, un triste final de “opá rei”.

La gráfica muestra un recital musical realizado en el estadio Comuneros en su época de esplendor.