Hay, mi querido lector, una figura recurrente en la literatura que es la de la denominada “prostituta noble” o también llamada “prostituta con un corazón de oro”. Como te habrás dado cuenta, no se trata, ni mucho menos, de una prostituta común o convencional, sino de una prostituta con rasgos excepcionales y atípicos en una prostituta ordinaria.
La figura de la prostituta noble aparece, por el contrario, revestida de atributos y cualidades que la hacen trascender del resto de las prostitutas a las que vemos ejercer su oficio sin mucho empeño e interés en esquinas cochambrosas o embadurnadas de mugre, orines y sangre menstrual.
La prostituta noble es esa mujer de buen corazón y virtuosa de alma que, por circunstancias de la vida o determinada por el entorno en el que se vio imbuida, se ha visto obligada a ejercer tan indecorosa actividad y navegar con hastío entre machos sudorosos y pestilentes.
La prostituta noble es esa mujer que, a pesar del ambiente sórdido en el que se mueve, ha sabido conservar en su corazón y alma la esperanza del amor verdadero, la generosidad por los demás y el deseo de contribuir con sus acciones a un mundo y a una sociedad que la llevó “por el mal camino”, y que la condenó, la rechazó, y no supo redimirla.
Amigo lector, esta prostituta noble que posee rasgos virtuosos aparece ya en la literatura griega clásica, muy especialmente, en algunas comedias. En ellas aparecen compasivas hetairas de buen corazón que suelen hacer las delicias de sus clientes.
No obstante, las hetairas no eran cualquier prostituta o cortesana, eran mujeres de compañía que, además de complacer a los hombres en el lecho, los entretenían con música, poesía e historias que avivaban la fantasía e imaginación de estos. Eran mujeres muy agradables, comprensivas, sabias, de enorme ingenio y de buen corazón que sabían escuchar los problemas de sus clientes y empatizar profundamente con ellos.
Las pornai, en cambio, eran prostitutas con menor preparación intelectual y artística, y no solían codearse con clientes refinados, como las hetairas, sino con clientes comunes y ordinarios, y no en simposios, sino en burdeles tenebrosos y hedentinos”.
En estos momentos me viene a la cabeza una obra de teatro escrita en sánscrito y atribuida a Shudraka llamada Mrcchakatika (El carrito de barro), que tiene como protagonista a una rica y espléndida cortesana de buen corazón de nombre Vasantasena. Esta mujer, al enamorarse de un joven brahmán caído en desgracia, Charudatta, decide enfrentarse a muchas barreras que se le presentan en su camino y abandonar su vida pasada. Esta será su manera de liberarse de una vida licenciosa y poco recomendable.
Victor Hugo (1802-1885) escribió en 1828 una obra de teatro que consta de cinco actos titulada Marion de Lorme. La obra trata de una cortesana del siglo XVII del mismo nombre que vivió bajo el reinado de Luis XIII de Francia y que se presenta como una mujer de gran cultura, libre de espíritu y consecuente hasta el final con su modo de vida, hecho este ciertamente inusual en esa época. Pero esto no termina aquí, parece que Victor Hugo tenía especial interés en el personaje de la prostituta y lo incluyó nuevamente algunos años después en una de sus obras más importantes: Los miserables (1862).
En esta novela el autor francés aborda diversos temas como el bien y el mal, la ley, la justicia y la posibilidad de la redención, y lleva a cabo una fuerte apología de los seres más desfavorecidos y oprimidos en una sociedad claramente escindida entre ricos y pobres.
Uno de los personajes más mágicos y atrayentes es el de Fantine, una hermosa e ingenua muchacha huérfana y humilde que se queda embarazada de un estudiante rico que termina abandonándola sola y a su suerte.
Fantine se ve obligada entonces a cuidar sin ayuda de nadie de su hija Cosette. Para ello no tiene más remedio que prostituirse, y con el paso del tiempo su belleza y salud se irán deteriorando por causa de ello.
Fantine representa el modelo de una madre abnegada, tierna y cariñosa que para sacrificarse por el amor de una hija pondrá a disposición de toda clase de hombres su cuerpo bello y sensual.
No quiero pasar por alto a Honoré de Balzac (1799-1850) y una novela suya que forma parte de esa ingente obra suya titulada La comedia humana.
La novela en cuestión se titula Esplendores y miserias de las cortesanas, publicada entre 1838 y 1847. Como podrás imaginar, amigo lector, esta es una novela que se centra en las prostitutas parisinas, en su lujosa y esplendorosa manera de vivir, y también en los infortunios a los que estas deben enfrentarse en su quehacer cotidiano.
Algo muy rescatable de esta obra es cómo algunas de estas cortesanas tratan de redimirse y buscar la felicidad mediante el amor desinteresado, como el caso de Esther van Gobseck, que se enamora de un joven poeta llamado Lucien de Rubempré hasta el punto de sacrificarlo todo por él. En torno a estos dos personajes centrales se mueven otros en el marco de la sociedad parisina del siglo XIX.
Eugène Sue (1804-1857) publicó una novela en la que se retrata a una joven prostituta con nobles ideales que ha caído en la “mala vida” por circunstancias del destino, y se ha visto obligada a sufrir toda suerte de desgracias y penurias en un ambiente hostil y marcado por la brutalidad masculina.
La novela lleva por título Los misterios de París, y fue publicada por entregas en 90 partes en Le Journal des Débats desde el 19 de junio de 1842 hasta el 15 de octubre de 1843. En la novela esta prostituta joven de nombre Fleur-de-Marie o La Goualeuse se esfuerza por sobrevivir como puede en dicho ambiente lleno de miseria y trata de escapar de él cuando conoce a Rodolphe, un hombre misterioso que desea protegerla y redimirla alejándola de la sordidez y hostilidad de las calles y de un violento proxeneta llamado Le Chourineur.
Y quién no recuerda esa maravillosa novela francesa del siglo XIX que lleva el eterno título de La dama de las camelias (1848), de Alejandro Dumas (hijo) (1824-1895). Todavía se me eriza el cabello al pensar en su protagonista, Margarita Gautier, una hermosísima cortesana parisina de la que se enamora, y no lo culpo por ello, el joven Armando Duval.
Como era de esperar, las “fuerzas vivas” de la sociedad parisina no van a permitir que el pobre Armando ame a una mujer de dudosa moral. Margarita, a su vez, como posee un corazón noble y virtuoso tampoco dejará que se empañe socialmente el buen nombre de su amado, de modo que, para evitar perjudicarlo, volverá a su antigua vida.
Margarita Gautier fue otra prostituta noble víctima de sus circunstancias, y a la que solo el amor verdadero logró salvarla antes de morir trágicamente.
Querido lector, ¿te acuerdas de Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski. Esta obra se publicó por entregas en la revista El Mensajero Ruso durante 1866. No pongo en duda la importancia de su personaje principal, Raskólnikov, con toda su angustia interna y dudas existenciales, pero el personaje que más me apasiona de la novela es el de Sonia Marmeládova, y ya habrás adivinado por qué.
En efecto, se trata de esa joven de dieciocho años que tiene un padre alcohólico y que se ve forzada a prostituirse para mantener a su familia. Sonia representa, a mi juicio, el gran arquetipo de la prostituta noble. Ella es una joven que muestra infinita compasión por aquellos a los que ama y, a pesar de su sufrimiento y dolor, mantiene una firme creencia en Dios, en el ser humano y en la posibilidad de escapar de la vida que lleva a través del sufrimiento.
Asimismo, Sonia simboliza el camino de la rectitud y de la verdad, y al final de la novela, tras convertirse en la propia conciencia de Raskólnikov, logrará que este confiese su crimen y acepte las consecuencias de ello.
En el delicioso cuento Bola de Sebo (1880) de Guy de Maupassant se relata la historia del viaje en diligencia de un grupo de diez personas que, gracias a un salvoconducto, viajan a El Havre procedentes de Ruan durante la guerra franco-prusiana.
Entre los viajeros se encuentra una humilde y sencilla prostituta, Élisabeth Rousset, a la que llaman por su aspecto físico “Bola de Sebo” (Boule de Suif). Esta mujer, aunque es mal vista por el resto de los pasajeros (dos monjas, un revolucionario llamado Cornudet, el Sr. y la Sra. Loiseau, el Sr. y la Sra. Carré-Lamadon, el conde y la condesa Hubert de Bréville) por su condición de prostituta y baja clase social, posee un corazón noble y generoso.
De hecho, siendo la única que lleva alimentos en la diligencia decide compartirlos con los demás pasajeros a pesar del desprecio que recibe por parte de ellos durante todo el viaje.
Guy de Maupassant la describe bellamente en estos términos tan líricos: “(Poseía) un pecho enorme que resaltaba bajo el vestido, era todavía apetitosa y buscada, pues su frescura era agradable a la vista. Su rostro era una manzana roja, un pimpollo de peonía pronto a brotar; y en todo eso se abrían, arriba, dos ojos negros, magníficos, sombreados por grandes pestañas espesas que ponían una sombra dentro de ellos. Abajo, una boca encantadora, angosta, húmeda para el beso, adornada por dientes brillantes y menudos. Poseía, además, según se decía, cualidades inapreciables”.
En un momento de trayecto un autoritario oficial prusiano detiene la diligencia y anuncia que no permitirá que esta continúe su viaje a no ser que Bola de Sebo acceda a pasar la noche con él. En un principio Bola de Sebo se resiste, pero los demás pasajeros la presionan para que acceda a la petición del oficial prusiano “por el bien de todos”. Finalmente, sacrificando su dignidad, la mujer accede con el fin de ayudar a sus compañeros de viaje. Al día siguiente, la diligencia se pone en marcha y los pasajeros, en lugar de agradecer su gesto, continúan tratándola con desdén, poniendo de manifiesto así su hipocresía, ruindad y doble moral.
Otra gran novela donde aparece una mujer joven que ha caído en las feroces garras de la prostitución es Ignacia, la hija del suburbio (1905), del argentino José Ignacio Alcalá. En esta novela que Alcalá escribió con apenas veinte años se narra la historia de Ignacia, hija de un inmigrante italiano con una mujer paraguaya de Asunción, que, con dieciocho años se ve en la necesidad de prostituirse tras intentar ganarse la vida honestamente.
Aunque Ignacia desea amar y ser amada, sus anhelos y sueños se ven truncados por la vileza y el engaño de los personajes con los que se topa en su vida. Esta es una novela, amigo lector, que te aconsejo que leas.
Otra prostituta que muestra tener un corazón tan noble como generoso es Salu´í, que aparece en la novela Hijo de hombre (1960), de Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes en 1989. Esta fue la primera novela de este escritor paraguayo, y forma parte de la trilogía sobre el monoteísmo del poder junto con Yo el Supremo (1974)y El fiscal (1993). Salu´í es una prostituta que va a lograr su redención al convertirse en una valiente, desprendida y sacrificada enfermera durante la Guerra del Chaco con Bolivia (1932-1935), y al enamorarse de Cristóbal Jara.
Poniendo en peligro sus propias vidas, juntos se embarcarán en la noble causa de llevar agua a los soldados paraguayos que se están muriendo de sed en una zona desértica e inhóspita del Chaco.
Finalmente, mi querido lector, quiero mencionarte la novela de Juan Manuel Marcos titulada El invierno de Gunter. Esta novela fue publicada en 1986 en Asunción, y su lanzamiento en 1987 tuvo lugar en plena dictadura stronista en un multitudinario acto que se organizó en local de la editorial El Lector con la presencia del propio autor. Al acto asistieron más de tres mil personas que desbordaron la librería, por lo que se hizo necesario cerrar la calle.
La presentación de la novela estuvo a cargo del grupo vocal Sembrador, del Nuevo Cancionero, y por la aparición poco disimulada de docenas de policías de civil que se mezclaron entre el público presente.
De manera desafiante, Juan Manuel Marcos dedicó el libro al más turbulento líder liberal de entonces, Hermes Rafael Saguier, quien se encontraba preso ese mismo año. A final de año, la novela El invierno de Gunter ganó el Premio al mejor Libro Paraguayo del Año con un jurado compuesto por el español César Alonso de las Heras, y los paraguayos Alcibíades González Delvalle, Jorge Báez Roa, Helio Vera y Osvaldo González Real.
El invierno de Gunter se desarrolla durante el año 1982, año de la Guerra de las Malvinas, en un escenario que no está claro, y que puede hacer pensar al lector que se trata o bien de la ciudad de Corrientes o de la ciudad de Asunción, Madre de Ciudades.
La trama principal gira en torno a la detención de una joven poeta llamada Soledad Sanabria Gunter en un régimen marcadamente dictatorial. La detención de Soledad fuerza el viaje a Corrientes o a Asunción de su tío, Francisco Javier Gunter, un economista que trabaja en el Banco Mundial en Washington (Estados Unidos).
Pero Soledad lleva una doble vida sin que nadie lo sepa. Ella, de noche, se convierte en una prostituta de nombre Malena, un nombre que se parece al de la bíblica pecadora María Magdalena. Sin embargo, a ella no parece redimirla nadie, absolutamente nadie, quizá, ella sola, a su muerte y después de una mítica transformación.
Malena se prostituye tres días a la semana en un hediondo burdel de baja estofa, y con el dinero que gana paga sus estudios en un colegio para muchachas adineradas que su madre no puede costear.
Mi querido lector, la imagen de la prostituta noble es, en cierto modo, un extraordinario tropo literario que responde al deseo de los escritores que lo cultivaron e introdujeron en sus obras de redimir a toda costa a aquellas mujeres que en la vida real tuvieron que entregar su cuerpo por imperiosa necesidad al mejor postor a cambio de dinero.
Estos escritores tuvieron en común el propósito de devolver la pureza, el honor, la dignidad y el buen nombre a aquellas mujeres, víctimas de una sociedad cruel, despiadada, hipócrita, infame y auténticamente pecadora, que no encontraron en el mundo en el que vivieron ni unas migajas de compasión, ni una pizca de amor ni una oportunidad de salir de la prostitución.