Hora de dar vuelta a la página

Hidrovía
Hidrovía

El conflicto entre nuestro país y la Argentina por el cobro de peajes en la hidrovía Paraguay-Paraná ya se ha prolongado en exceso y llega al punto crítico que exige una resolución urgente y sensata. Esta disputa, que ha generado tensiones diplomáticas y afectado las relaciones bilaterales, refleja una clara contradicción con los principios de hermandad y cooperación regional que se promueven en el ámbito del Mercosur y más ampliamente en la región sudamericana.

Desde la imposición unilateral de peajes por parte de Argentina, nuestro país se ha visto enormemente perjudicado, por su condición de principal usuario de la hidrovía y su carencia de acceso directo al mar. Esta medida ha desencadenado una serie de acciones legales, declaraciones enfrentadas y amenazas de denuncias ante organismos internacionales, lo que evidencia la complejidad y la gravedad del conflicto.

Es comprensible que cada país defienda sus intereses, pero es imperativo reconocer que las posturas radicalizadas y las prolongadas negociaciones sin avances solo conducen a un mayor deterioro de las relaciones bilaterales y obstaculizan el desarrollo económico y la integración regional.

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Históricamente, Paraguay ha enfrentado obstáculos para su desarrollo impuestos por sus vecinos, desde la época colonial hasta la actualidad. El conflicto por el peaje en la hidrovía es solo un ejemplo más de estas prácticas que socavan la cooperación y la solidaridad entre naciones que comparten una historia y una geografía comunes.

En este sentido, es fundamental que ambas partes busquen soluciones mediante un diálogo abierto, transparente y basado en la racionalidad. Es necesario establecer una mesa técnica donde se discutan las necesidades reales de mantenimiento de la hidrovía, así como los servicios que justifiquen el pago de peajes. La cooperación entre países vecinos es esencial para garantizar el desarrollo sostenible y el bienestar de la región en su conjunto.

El conflicto por el peaje en la hidrovía Paraguay-Paraná no solo afecta a los países directamente involucrados, sino que también pone en peligro la estabilidad y la prosperidad de toda la región. Es hora de dejar de lado las diferencias y trabajar juntos hacia un futuro de cooperación y desarrollo compartido.