Un famoso mal, la «negociación política»

Una de las palabras más usadas en Paraguay es la negociación política. Muchas veces, sólo es un ardid de los actores para disimular, camuflar o directamente bastardear intereses de la sociedad en general. Algo similar se percibe en éstos días en las largas deliberaciones dentro del Consejo de la Magistratura en su objetivo de integrar la terna para nuevo ministro de la Corte Suprema de Justicia.

La negociación es esencial para la convivencia democrática. Lo que no es correcto que se la use como pretexto para mantener vicios que vienen de años. Cuando un miembro del Consejo de la Magistratura fue consultado de por qué se dilata mucho la conformación de la terna, la respuesta fue la clásica: «Es que hay mucha negociación política». En verdad, en éste caso, como en otros, la negociación es entre facciones que se disputan parcelas de poder para mantener hegemonías, y mantener o recuperar privilegios.

Toda negociación política que no tiene en cuenta ideales, prioridades y necesidades reales de la población, simplemente es un bastardeo. La negociación política es aquel proceso social en los que se ventila formalmente voluntades encontradas con la intención de vislumbrar y llegar a acuerdos que beneficien a la sociedad.

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En el caso citado, la conveniencia social pasa por la elección del ministro que garantice autonomía en la administración de la Justicia. No se trata de la persona más cercana o con quien hubo compromiso de antemano para proteger tal o cual punto entre los aliados. Además, toda negociación se debe dar en forma de diálogo entre las partes, en donde cada uno tiene interés en lo que la otra parte tiene o puede ofrecer en beneficio de la Justicia paraguaya.

En fin, se está cerrando otro ciclo de deliberaciones dentro del Consejo de la Magistratura con el mismo déficit de siempre. Poco o nada importa colocar en la Corte Suprema de Justicia al hombre o la mujer ideal. Más bien todo pasa por ganar tiempo, buscar el momento, encontrar el resquicio para que el amigo/a o el compadre/a del amigo pueda estar en la máxima instancia judicial.

Ojo que este tipo de situaciones se da en casi toda la esfera pública, hablamos de la famosa «negociación política». En el Congreso lo vemos cotidianamente para un sin fin de decisiones y con el Ejecutivo es una historia repetida; la última es la designación como embajador en Uruguay del ex candidato a Vicepresidente por el oficialismo.
 
Lastimosamente todo se hace para beneficio propio y/o grupal o para responder a compromiso asumido ante sectores exógenos. Hoy de nuevo se vive el despropósito de años en el Consejo de la Magistratura, que es un tremendo mal. Este tipo de «negociación política» representa una filosa navaja clavada en el corazón de la democracia.