La democracia con mucho ruido y poco resultado es también por la escasa dirigencia social creíble

En éstos días, Asunción es centro de todo tipo de reclamos. La mayoría son legítimas reivindicaciones. Algunas históricas. Lo que pudo percibirse en medio de esas protestas, fue la ausencia de las tradicionales centrales obreras. Ante los hechos vívidos, se observó que prácticamente no hubo acompañamiento orgánico de sus dirigencias a los pedidos campesinos, de transportistas, trabajadores delivery y de la ciudadanía, que clama también por la baja en los precios de los combustibles.

Hagan la cuenta de la cantidad de centrales obreras que hay en el país. Enumeren el número de sindicatos que están afiliados a cada una de ellas. Ahora observen sí esas entidades madres estuvieron en la calle dando respaldo en directiva, logística o hayan sido nexos en las negociaciones. Si estuvieron, fue en todo caso muy de perfil bajo. En verdad, la ausencia fue notoria.

La democracia pasa por la existencia real de las organizaciones intermedias. En Paraguay, sí todas las centrales obreras (CUT y sus ramas, CNT, CPT y otras) se unieran y convocaran juntas a una manifestación, es posible que no reúnan mil personas, que ya es mucho. ¿Cómo puede ser que en una nación con inflación, insatisfacciones laborales, inseguridad laboral, escaso seguro social no puedan juntar más de 1000 personas?. Las respuestas podrán ser varias. Sin embargo, no es insensato pensar que eso es debido también a la falta de credibilidad que hay en las dirigencias sociales.

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La idea no es atacar a las centrales obreras. Ni a los sindicatos. Al contrario, hacer atender el valor de las organizaciones sociales sólidas y fuertes en toda sociedad abierta. En Paraguay, hay una alta inversión financiera internacional de ayuda para el desarrollo de la sociedad civil, empero, eso poco o nada se siente a la hora de la unidad en pro del intereses general. La autocrítica es la base para corregir errores, encaminar nuevas actitudes y potenciar dirigencias sanas y altruistas.

Las protestas sin una organización estructurada, sin el respaldo de las centrales obreras confiables y eficientes, tienen poco porcentaje de éxito. De hecho, hasta las mismas manifestaciones tradicionales (marzo de cada año) de las organizaciones campesinas llegan con mucho ruido, para que luego sus integrantes retornen a sus distritos con casi nada en las manos y en el bolsillo. Algo pasa, y con el riesgo del apuro por una calificación, se puede presumir que hay un fracaso también en las dirigencias sociales. Eso es grave, pues la democracia precisa de la vigencia plena y real de las organizaciones intermedias.