Más cerca que lejos de una «república bananera»

Estados Unidos es una nación poderosa. Su política tiene un alcance mundial. Por eso, hasta puede no extrañar el impacto que tiene la dura medida tomada por la administración de Joe Biden contra el ex presidente Horacio Cartes, y el actual vicepresidente Hugo Velázquez. Sin embargo, es un error esa pregunta de sí existe una real intención de combatir la corrupción detrás de dichas sanciones, pues eso debe ser una tarea de Estado de las autoridades locales. Más bien, falta descifrar qué hay detrás del promocionado objetivo norteamericano en transparentar el Paraguay y sí aún queda algún orgullo del ser nacional.


Casi la mayoría de los países del continente viven un estado de corrupción. Para no ir lejos, el mal uso del dinero público, el tráfico de influencia y otras acciones fuera de la ley, son cotidianos en los vecinos Brasil y Argentina. Por lo que leemos en la prensa, ese ambiente podrido, también tienen los Estados Unidos. Sólo que en EE.UU, en porcentaje importante, hay mayor independencia de los órganos que investigan y condenan. No estamos haciendo apología a la impunidad. De ningún modo. Sólo buscamos la otra cara, sí es qué hay, en ése inusitado interés hacia el Paraguay y sí todavía quedan valores de autoestima paraguaya.


El deseo de saber más sobre los planes de Estados Unidos, no tiene ninguna animadversión hacia dicha potencia. Al contrario, hasta suena saludable su ayuda en combatir flagelos que afectan la calidad de vida ciudadana. Sólo que como parte de la población guaraní, es razonable saber la proyección que existe en medio o detrás de las severas penas aplicadas a Cartes y Velázquez. Según el embajador de los Estados Unidos en Asunción, Marc Ostfield, no existe interés político. De hecho, aclaró que trabajarían con el electo presidente, en abril próximo, «sea quien sea».

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Obviamente, como nación soberana, Estados Unidos tiene la legitimidad de cuidar de su seguridad interna, si presume vínculos con el terrorismo internacional. Ya el analista, Ottolengui, había señalado que Paraguay sería tomado como prueba para futuras acciones en la lucha contra la corrupción y sus secuelas para el bienestar de los Estados Unidos. Justamente, para que dicha teoría no gane fuerza, es necesario que se vean las pruebas contra Cartes y Velázquez. De igual modo, habría que ver si existe o no algún que otro desconocido rédito en términos geo estratégico.


La corrupción es endémica. No es monopolio de los colorados. Sea del color que sea, el castigo debe ser por igual. Todo parece indicar que seguirán las conferencia de prensa desde la embajada de los Estados Unidos en Asunción. Aunque será difícil confirmar que haya o no otras intenciones detrás de las sanciones aplicadas a Cartes y Velázquez, lo que queda en apariencia es la baja autoestima nacional, que no discierne sobre lo que significa que un funcionario extranjero, con la simple lectura de un texto, genere más atención que los editoriales de prensa, columnas de opinión de los connotados periodistas, funciones fiscales, tareas del Poder Judicial y la gerencia de poder de un presidente de la República.


Sí de nuevo, como país, solo se espera conferencias de prensa para observar el Estado/Nación, es posible que haya fuertes indicios de cercanía con una «república bananera». Ciertamente, hoy en día, se vive en un país empobrecido, con una economía dependiente del contrabando y el mercado negro, sin opinión pública influyente, gobiernos locales y departamentales corruptos e instituciones de poderes del Estado (Ejecutivo, Congreso, Poder Judicial) que están inertes en las graderías esperando, todos, con expectativa la simple lectura que pueda hacer diplomático de un país extranjero.