Ciudadanía anestesiada e instituciones débiles dejan el espacio a manos foráneas

La administración de Joe Biden acaba de tomar otra medida administrativa más drástica contra el ex presidente Horacio Manuel Cartes Jara, y el actual vicepresidente Hugo Adalberto Velázquez Moreno.

En una esperada y promocionada conferencia de prensa, el embajador de Estados Unidos en Paraguay, Marc Ostfield, anunció que la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos sancionó a los mencionados incluyendo la prohibición a ciudadanos estadounidenses de hacer negocios con ambos y con varias empresas propiedad de Cartes.

Ya el año pasado ambos habían sido declarados significativamente corruptos por el Departamento de Estado, de Estados Unidos. Dicha designación implicaba la prohibición de entrada a ese país. Pero en esta ocasión las acusaciones fueron mucho más allá y hablan de vínculos con la organización terrorista Hezbollah y de sobornos a legisladores y funcionarios públicos.

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El embajador Ostfield señaló que las acusaciones se basan en informaciones corroboradas por varias agencias norteamericanas, pero hasta ahora la opinión pública, ni los órganos de justicia nacional han accedidos a las pruebas de sobre los graves hechos denunciados.

Como toda nación, los Estados Unidos tiene la absoluta potestad de tomar decisiones administrativas necesarias, dentro de su territorio, sobre personas u organizaciones, que lesionen los intereses o pongan en peligro a sus ciudadanos.

Pero no se debe ser ingenuo y creer que las determinaciones de la nación norteamericana se mueven por el interés del bienestar de los ciudadanos paraguayos. Sin intentar defender, a los dos señalados, es llamativo el interés de la administración Biden, sobre Paraguay ya que no utiliza la misma vara con autoridades y líderes latinoamericanos, acusados de corrupción, que tienen también vínculos con sospechados de terrorismo e inclusive cuentan con condenas judiciales, pero no que forman parte del espectro del Departamento de Estado.

Tampoco hay que dejar de lado aquella máxima que señala que “los países no tienen amigos, sino intereses”. En ese marco, hay que recordar que grandes líderes, que fueron aliados de los norteamericanos, luego terminaron siendo perseguidos y condenados, cuando dejaron de servir a los intereses estadounidenses. La historia lo ha demostrado.

En esa misma línea, tradicionales «enemigos» del pais del Norte, posteriormente terminaron siendo sus aliados, cuando las circunstancias políticas y sobre todo económicas cambiaron. Tal es el caso del dictador Nicolás Maduro de Venezuela, quien después de recibir varias condenas públicas, y ser acusado inclusive de narcotráfico, por la DEA, terminó negociando su petróleo con la administración Biden, al desatarse la crisis de la guerra de Ucrania. Entonces, aquí cabe nuevamente la pregunta: ¿cuál es el interés de los Estados Unidos con Paraguay?

Volvemos a ratificar que Estados Unidos puede tomar todas las determinaciones que sean necesarias para proteger a sus ciudadanos y su soberanía, pero lo que resulta lamentable para nuestro país, es que tras más de 30 años de democracia, no hayamos logrado construir una ciudadanía fuerte e instituciones sólidas, para que los acusados de corrupción estén donde corresponde y dejar de actuar como barras bravas cuando es atacado algún enemigo político circunstancial.

Es lamentable observar a los aspirantes a cargos electivos y a quienes ya estuvieron en función de gobierno, estén alentando y aplaudiendo las determinaciones de los Estados Unidos, cuando que ellos no hicieron nada, ni como ciudadanos ni como políticos, para la construcción de instituciones fuertes para consolidar la democracia en el país. Después lanzan el grito al cielo cuando nuestros vecinos toman medidas que atentan contra nuestra soberanía.

Dejando de lado los vítores y aplausos propios de la “filosofía del gallinero”, como definía a la política criolla, el ilustre intelectual compatriota Elio Vera, a partir de estos hechos, el compromiso ciudadano debe ser exigir autoridades firmes e instituciones sólidas, para que los corruptos terminen en Tacumbú y no haciendo negocios desde la administración pública.

Esperamos que quién gane las próximas elecciones presidenciales ayude a fortalecer las instituciones y aliente la construcción de una ciudadanía con mayor discernimiento. El actual presidente hizo poco al respecto, y pese a que aún cuenta con guiño de los Estado Unidos, muchos de los males son culpa de su sumisa y corrupta administración.