Brújula deportiva
Cuando las comunicaciones sufren interferencias

Por Pedro García Garozzo

Hay diferentes maneras de apreciar un mismo objeto. Si lo tenemos demasiado cerca de la vista no alcanzamos a precisar que detrás de él puede haber una montaña.

Una situación común en el siglo pasado, cuando ni un visionario como Julio Verne pudo concebir la futura existencia y trascendencia de internet, era común chocar con interferencias que contaminaban el éter, al acometer la búsqueda de informaciones internacionales y adentrarnos en la sintonía de estaciones radiales de ondas cortas. Hoy en el mundo de las comunicaciones, ocurre algo parecido.

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Juan Gregorio Ferreyra Basso, gran poeta, periodista y escritor argentino (1910-1984), popularizó una sección que difundía por radio a la que dio el nombre de “El otro lado de las cosas”. En aquella recordada reflexión cotidiana analizaba los acontecimientos del momento, describiéndolos de una manera dual: lo que eran, pero también lo que aparentaban o podían llegar a ser sin demostrarlo a priori, buscando siempre ese oculto lado invisible que encierra cualquier tema.

En la crónica deportiva de hoy, internet y las redes sociales diversificaron en grado superlativo, el número de quienes comunican a través de estas modernas formas de expresión periodística, que ya no están más encuadradas en un marco de principios que iban desde los básicos y elementales hasta los más complejos y emparentados con otras más elevadas rutas del pensamiento como la ética.

Hoy no solo los medios propiamente dichos y los periodistas independientes con formación específica para ejercer la profesión de comunicadores, transitan en las intrincadas y cada vez más abundantes carreteras digitales.

En ellas encontramos de todo: valores y antivalores, autenticidad y falsedad, En un mismo carril noticioso podremos hallar desde lo bueno, sano y recomendable hasta lo peor y malsano que tiene exactamente la misma oportunidad de contaminar mentes y pensamientos, como tambien la poseen los más inspirados y elevados comentarios.

Las “fake news” construidas sobre falsas o mal intencionadas premisas, pueden engañar a los más desprevenidos o confiados consumidores. Ese tipo de noticias y el periodismo amarillo, “venden mas” y como infería el gran comunicador Gerardo Halley Mora, “las malas noticias son las buenas noticias”.

Maestros que tuvimos la bendición de tener en el mundo del periodismo, nos enseñaron que hay que decir las cosas como son.
Los nuevos “iluminados” de la actualidad, que cruzaron a la vereda opuesta del “marketing” enarbolan el criterio que “si hay miseria que no se note” y se aferran a la vieja frase pronunciada por el emperador romano refiriéndose a su esposa: “La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo”.

Cada vez menos vigencia tiene la sublime enseñanza de Nuestro Salvador Jesucristo: “La verdad os hará libres”. Hoy se le contrapone con fuerza cada vez más creciente, la vieja expresión imperial “No es tan importante ser como parecer” que se reactualiza como la maquiavélica máxima de quienes entienden por otro lado que “el fin justifica los medios” sean éstos correctos o no, inundados de la pureza de la verdad o contaminados con la inmundicia de la mentira disfrazada. Aunque duela decirlo hay que decirlo, como lo indica el calificado colega Pablo Herken.

Nuestros maestros nos enseñaron que el periodismo debe estar al servicio de la verdad, y no al servicio de la publicidad camuflada o el muchas veces hipócrita marketing que no cuenta las realidades sino las maquilla o disfraza. Quienes se alistan en estas últimas filas, siguen su línea de retorcido pensamiento que les induce a concluir que en cuanto seamos mas sintéticos y cortos, más rápidos y menos profundos, mejor mostremos la realidad que debemos exhibir y haremos que parezca buena o no sea tan mala, además de evitar la fatiga al no ser necesario tanto esfuerzo para su elaboración.

La vieja escuela, vestida con su elegante traje de decencia, nos insta a que nuestra actitud en cuanto sea más completa y profunda, mejor nos llevará a pintar la realidad y a saber evaluar nuestros errores para mejorar. Nos costará más esfuerzo y tiempo pero ofreceremos un mejor producto.

Es constante encontrar en las redes, en sitios de federaciones, informes que se limitan a indicar sin más detalles que “el paraguayo Fulano de Tal ganó medalla de bronce” acompañando el material con su fotografía en un podio y emoticones de felicitaciones o aplausos. Se deja totalmente de lado la regla básica que aprendimos de “quién, qué, cuándo, dónde, por qué”. Incluso a veces ni siquiera se cita el evento o al menos el lugar en el que se produjo el logro y a quienes se superó aunque haya alguna luminaria internacional entre los antagonistas y que consecuencias trae ese resultado, como pudiera ser un ascenso en ranking.

La lucha está planteada. El tiempo dirá que es lo que prevalece. Por ahora, apreciamos con tristeza que cada vez más, en las plataformas manejadas por las propias entidades deportivas, incluso en sus paginas webs, encontramos títulos insulsos y opuestos a la esencia misma del periodismo que aprendimos y nos enseñaron grandes maestros. Este es un palpable ejemplo: “La selección completó sus amistosos”. Así no mas. A secas y ambiguo.

Si a un maestro como Néstor Romero Valdovinos, José Antonio Bianchi o Fernando Cazenave, planteábamos con ese título nuestra crónica, lo rechazarían de plano y lo cambiarían por otro que sea más preciso, más elocuente y no tan vago y liviano, describiendo que “la selección fue goleada en su ultimo amistoso”.