La advertencia lanzada por el ingeniero Paul Sarubbi, presidente de la Cámara Vial Paraguaya (Cavialpa), sobre la falta de mano de obra calificada en el sector de la construcción debería sacudirnos como sociedad. En su análisis, previo a la feria Constructecnia, Sarubbi lamentó la escasez de ingenieros, técnicos especializados y operadores de maquinaria, un problema que limita seriamente la productividad y la rentabilidad de las obras públicas y privadas.
No es un dato menor. Paraguay tiene una larga tradición de grandes obras de infraestructura: basta recordar la epopeya binacional de Itaipú y Yacyretá, o los ambiciosos proyectos viales que siguen ejecutándose en distintas regiones. Sin embargo, pese a este historial, seguimos sin una política sostenida que impulse la formación de profesionales capaces de responder a esta demanda estructural.
Resulta increíble que, a estas alturas, no se haya apostado con mayor decisión a fortalecer las carreras técnicas e ingenieriles, justamente las que más tracción podrían dar a nuestro desarrollo económico.
Por un lado, escuchamos a las empresas quejarse de la falta de mano de obra capacitada. Por otro, tenemos a miles de jóvenes que buscan trabajo sin éxito o que, peor aún, son precarizados por empresas que explotan su necesidad.
Algo falla, evidentemente, en la articulación entre educación, formación profesional y mercado laboral. La consecuencia es un círculo vicioso que, lejos de solucionarse, amenaza con profundizar la brecha entre las oportunidades reales de empleo y las necesidades de los sectores productivos.
Esta terrible realidad, con la que nos topamos ahora, debería ser una oportunidad para replantearnos en serio la urgencia de revalorizar la educación técnica. El SNPP y otras entidades vienen haciendo su parte, pero la magnitud del desafío exige mucho más: un esfuerzo coordinado entre el Estado, el sector privado y las instituciones educativas para diseñar un plan nacional de formación y reentrenamiento, con visión de mediano y largo plazo.
Las proyecciones de obras públicas y privadas para los próximos años son alentadoras. Sin embargo, de nada servirá tener proyectos millonarios si no contamos con la capacidad humana para ejecutarlos con eficiencia y calidad. La inversión en infraestructura debe ir de la mano de una inversión equivalente en capital humano. Solo así podremos construir no solo carreteras y puentes, sino también un futuro con mayores oportunidades para nuestros jóvenes.