Uno de los libros de poesía que más me han cautivado en esta vida lleva por tan lírico título: La víspera encendida, del poeta paraguayo conocido a nivel internacional Juan Manuel Marcos (Asunción, 1950).

Se trata de un poemario que tiene la gracia y el donaire de ser difícil de olvidar, sobre todo, por dos razones de peso y gravamen: (1) se trata de un libro histórico porque está basado en un episodio real acontecido en el Paraguay de la década de los años 30: La Guerra del Chaco (1932-35), un conflicto, como todos sabemos, en el que se vieron enfrentados dos países hermanos: Paraguay y Bolivia por motivos territoriales; y (2) es intrahistórico porque toma como eje vertebrador a un personaje histórico y relevante de la época como lo fue el coronel Eugenio Alejandrino Garay Argaña (1874-1937), pero en el marco de un intrahistoria en clave poética en la que la palabra constituye su máximo esplendor y lustre.

Su estilo, sus estrategias narrativas, su plasticidad expresiva, su literariedad poética, su particular estética experimental y vanguardista y sus figuras literarias, convierten a este poemario en una lectura obligada con una buena pipa en la mano derecha y un buen café en la izquierda.

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Verdaderamente este poemario es una delicia, y el deleite de su lectura comienza desde el principio del texto hasta su final a través de una estrategia narrativa que sorprende por la fuerza ígnea de su imagen metafórica.

Juan Manuel Marcos y su obra: Historia y simbolismo

Por consiguiente, La víspera encendida es uno de esos poemarios que tienen una razón de ser y una historia que contar.

Una razón de ser porque se escribió en la década de los 70 en un momento convulso políticamente hablando (nos hallamos en plena dictadura bajo el mandato del general Stroessner).

En ese momento, tengo la sensación de que el entonces joven poeta Juan Manuel Marcos toma conciencia en esos años tan rusientes de la necesidad de relatar una historia épica en virtud de la cual pueda encenderse, llamear o inflamar un sentimiento patriótico que conduzca como fin teleológico a la libertad, o donde se avive el amor por la patria para sacarla del estado tan lamentable y opresivo en la que estaba desde el punto de vista político.

El coronel Eugenio Alejandrino Garay: Héroe de la Guerra del Chaco

Creo que el autor, Juan Manuel Marcos, en ese momento tan complejo para la historia del Paraguay, sintió también el impulso, el prurito, si se quiere, de escribir una historia en clave poética donde se repensase la patria y se recordase a aquellos que la hicieron grande, que la llevaron a un devenir histórico memorable a través del coronel Eugenio Alejandro Garay Argaña: el pueblo paraguayo.

La primera edición que se publicó de La víspera encendida (contiene unos 13 poemas) estuvo a cargo de la editorial Jomar (Asunción, Paraguay) en 1979 y fue ilustrada por Lucio Aquino.

Esa edición es especialmente querida para mí porque fue la primera con la que trabajé, en especial, cuando me propuse en 2019 la feliz tarea de escribir un ensayo precisamente sobre La víspera encendida.

El dibujo de Lucio Aquino es muy bello y presenta con sobria majestuosidad unas palmeras muy exóticas propias de un país como el nuestro.

La segunda edición fue publicada años más tarde por Criterio Ediciones en el año 2017.

Ambas no distan mucho en cuanto a la historia, la cual se centra en Eugenio Alejandrino Garay Argaña, nacido en Asunción el 16 de noviembre de 1874 y fallecido en la misma ciudad el 22 de marzo de 1937.

En su juventud Eugenio Alejandrino Garay se había consagrado como periodista, pero su vocación era ser militar.

Después de haber solicitado su incorporación al ejército el 19 de febrero de 1897, fue becado por el gobierno de Chile para realizar estudios en la Escuela Militar del Libertador Bernardo O’Higgins donde se recibió como el mejor egresado de su promoción.

Este alcanzó el grado de teniente primero el 11 de noviembre de 1900, y de regreso al Paraguay, fue incorporado al ejército nacional con el grado de capitán el 5 de junio de 1902.

Cuando comenzó la crisis del Chaco, en la movilización general del año 1928, con motivo de los sucesos del fortín Vanguardia, el coronel Garay se presentó como voluntario ante el Ministerio de Guerra y Marina, sin embargo, no fue aceptado porque tenía más edad de la exigida por la movilización, aunque cuatro años después, en plena guerra y para enfrentar la gran ofensiva boliviana a cargo del general Hans Kundt, el 25 de febrero de 1933 se le permitió su actuación en la guerra del Chaco.

Tenía por entonces 57 años. A partir de este momento, el protagonista de La víspera encendida participó en la batalla de Pampa Grande (septiembre de 1933); en la Batalla de Cañada; y en la más importante y que constituye prácticamente el eje temático central en el libro de poemas de Juan Manuel Marcos.

Estamos hablando de la Batalla de Yrendagüé, librada los días 5-8 de diciembre de 1934. En dicha batalla Alejandrino Garay, en una agotadora marcha de 70 km. por el desierto, pronunció la célebre frase: “No muráis todavía, hijos míos, os pido que soportéis dos horas más para ir a morir todos juntos en Yrendagüé” (“Anira é na pe mano che rai kuera ñanguahena la Yrendagüé pe. Ya hú hangua ñande gusto pe osino y ramo ña mano mba oñondivé upepe”).

La captura del fortín Yrendagüé y sus pozos de agua determinó la destrucción del poderoso cuerpo de caballería boliviano del coronel David Toro.

A este respecto comenta la prestigiosa periodista y abogada Beatriz Bosio: “Algunas gestas militares trascienden el mero fragor de las batallas y se convierten en hitos culturales que vienen luego a reflejar y describir la identidad nacional. Curupapyty fue la venganza por la masacre de Tuyuti en 1865; Boquerón fue el soldado guaraní volviendo a experimentar una costosa victoria luego de un descomunal esfuerzo, pero la batalla de Yrendagüé librada entre el 5 y 8 de diciembre de 1934, combinó elementos mágicos y esotéricos con una sobrehumana energía en un medio hostil con arena, espinas, calor y ausencia de agua para culminar con la inesperada victoria en la madrugada del día de la Virgen de Caacupé”.

En el poemario de Juan Manuel Marcos el coronel Eugenio Alejandrino Garay repasa su vida antes de la famosa batalla de Yrendagüé, y mientras lo hace, este trae a su mente recuerdos, vivencias, situaciones, episodios y personajes importantes de su vida, pero, además, aprovecha la ocasión para pensar en cómo arengar a sus tropas con el fin de conducirlas a la victoria en una batalla decisiva entre paraguayos y bolivianos: la batalla de Yrendagüé.

Para construir el armazón de su historia, el poeta Juan Manuel Marcos emplea la imagen de un cigarro como estrategia, una estrategia que dotará a su poemario de un principio, un desarrollo y un final muy bien definidos.

El acto de encender el cigarro por parte del coronel Eugenio Alejandrino Garay marcará el inicio de la historia, lo que dure su cigarro, su desarrollo, y el acto de apagarlo, el final de la historia épica y poética que resultará finalmente en la gloria y victoria del ejército paraguayo sobre el ejército boliviano.

Sin embargo, mi querido lector, esta historia es, quizá, tan solo una excusa para un fin mayor, más sublime, un propósito al servicio de la creación poética: el reto que el poeta se lanza a sí mismo para comprobar hasta qué punto se pude sacar al lenguaje poético todo su potencial; hasta qué punto puedo explotarse la lengua literaria para conocer sus límites en materia poética, en materia de recursos, estilo, dominio expresivo, plasticidad verbal, creación e innovación, así como sus posibilidades en el empleo de las figuras retóricas y literarias presentes en la lengua española.

La víspera encendida no está sujeta a las normas de composición métricas tradicionales en cuanto al ritmo y a la rima, puesto que se edifica sobre la base de un estilo libre, algo vanguardista y experimental en ese momento donde los versos, a veces, parecen prosa. El poemario, además, destaca poderosamente por su virtuosismo en la gestación y forja de imágenes descriptivas a nivel visual, sonoro y metafórico de gran belleza y poder evocador:

De mí sale esta voz dolorida y extraña, // difícil como el luto, tenaz como este cielo. // Esta voz, también canción o silencio. No de // letras ahora. Apenas pacto secreto con la // aurora”.

Por otro lado, el poemario de Juan Manuel Marcos posee una bipolaridad de voces que se reparte alternativamente entre la voz del poeta omnisciente y privilegiado y la voz del coronel Eugenio Alejandrino Garay, y añadimos que en él se concitan referencias históricas claves en la historia del Paraguay, culturemas o referencias culturales de importancia, referencias mitológicas en el marco de las tradiciones o creencias indígenas guaranís y una gran abundancia de figuras literarias, entre las que destaca, indudablemente, la metáfora: Su juventud fue una metáfora del día; la inmortalidad era la noche; enlutada vegetación; mentón de huracán; vecino rumor de hierro y ceniza; pasos que anclaron en // tierra hostil; la memoria ilumina imágenes; sombras, espectros.

La víspera encendida se caracteriza, a su vez, por un poderoso lirismo lleno de emociones y sentimientos, como, por ejemplo: la ansiedad de la incertidumbre y la angustia, la soledad, el sentido del honor y del deber, el estoicismo y la resignación, la fe y la esperanza, la nostalgia de los recuerdos, la ira y el dolor, el amor, la tristeza, el tedio, la inocencia y el sacrificio y la lealtad del soldado camarada, lo épico en general.

Mi querido lector, La víspera encendida es uno de esos libros de poemas que han sido escritos para ser leídos y para ser rememorados.

Si no lo has leído aún, ten a bien hacerlo, porque rememorarás tú también un pedacito de la historia de este gran país que ha sido, es, y será siempre Paraguay.

La víspera encendida Juan Manuel Marcos(Fragmento):

X     El coronel se dispone a arengar a sus soldados

Oh sí. Ahí estaba el heroísmo. ¿Pero cómo vencer? ¿Cómo despertar en aquellos hombres, sin fuerzas para la muerte y el amanecer, una sed nueva?

¡No, no le habían vedado la voz! ¡Las palabras caben en la guerra!

¡Tenía que levantarse, levantarlos con su palabra!

Para los que, en el sueño o la guerra, imitarán mi recuerdo. Para quienes me llevarán en su sangre y en sus labios, consigno aquí las claves del heroísmo.

Irreductible pasión de la hermosura. Código secreto y atávico de la memoria múltiple. Hazaña del azar y el amor. Milagro de la conciencia y lo posible. Tránsito de la muerte a la aurora. Pacto unánime y tenso de la solidaridad y la justicia. Escudo de la humanidad y el honor. Misterio descubierto en los niños, escritura de la lluvia y la música. Cólera enamorada de la vida. Patria del instante y la ternura. Estatura terrícola del infinito. Trinchera de la palabra y la idea. Lema o estatuto de la ira o el beso. Embriaguez y plenitud de la lealtad. Abismo de la nada, las serpientes y el tótem. Herido pronóstico de la victoria, certidumbre de ser.

Manera de lo humano.

(…)

He aquí la palabra, amistad que no conoce la muerte.

Con ella solamente es probable la aurora, con ella solamente la eternidad del día, con ella solamente vendremos de la vida, pasión enarbolada en un abrazo inmenso, vendremos de la vida a construir el día con materiales nuevos.

Con ella cantaremos. Cantaremos armados de palabras ardientes. De miradas altivas y claras y plurales. De pura voz de hombres y mujeres intactos, de nombradora y caminante y cierta sílaba.

Ella. La palabra.

De ternura implacable, de labios tensos para el beso y el verbo, de manos limpias de solidaria arena, de pasos firmes de víspera y llegada.

De ahora en más, aliados del relámpago y el sueño, la llevaremos en los ojos, como agua de amor, como una lágrima.

Después de tanta soledad, de tanto sueño, la aurora, otra vez, dependía de la palabra.

¡No había mudado de oficio!

Entonces, el coronel apagó su cigarro.

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Escribe: José Antonio Alonso Navarro | Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de La Coruña (España) | Crítico literario de La Tribuna

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