En el bullicio de una obra en Buenos Aires, Argentina, el sonido del guaraní se mezcla con el ruido de las máquinas. Allí, Debora Vittorelli, una arquitecta cordobesa, dirige a su equipo con una particularidad, aprendió guaraní para poder comunicarse mejor con ellos.
Débora comentó a La Tribuna que la mayoría de sus compañeros de trabajo son paraguayos, y sintió curiosidad por nuestro idioma y cultura. Lo que inicialmente fue un interés casual se convirtió en una misión personal. Les pidió a sus compañeros que le enseñaran palabras y frases útiles, especialmente aquellas que le permitieran dar instrucciones rápidas o entender advertencias importantes en el trabajo. Pero su motivación principal siempre fue más profunda, quería comunicarse directamente con ellos, sin barreras.
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Primer acercamiento con el guaraní
El aprendizaje fue orgánico, palabra por palabra, fue anotando cómo se pronunciaba cada una. Aunque no puede traducir literalmente, hoy comprende el contexto de las conversaciones. También admitió, con humor, que las groserías fueron lo primero que aprendió, para saber “si están hablando de vos” le dijeron sus compañeros paraguayos.
¿Quiénes fueron los maestros del guaraní?
Su relación con el equipo es un pilar fundamental en esta historia, Debora nombra con cariño a quienes se convirtieron en sus profesores de guaraní, Ever Olmedo, su capataz de hormigón; Víctor, quien ahora encargado en otro edificio; Eduardo, el sereno; César, Herminio, Adriano y Néstor. La convivencia de todos los días se extiende más allá del trabajo, en los almuerzos, donde prueba todas las comidas paraguayas que le comparten, desde el locro, la empanada paraguaya hasta el chipa guazú.
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Debora Vittorelli la argentina que habla guaraní con los obreros
Originaria del sur de Córdoba, Debora estudió en Río Cuarto y hace cinco años que vive en Buenos Aires, Argentina, para ella, aprender guaraní fue una forma de acortar distancias y derribar una barrera invisible. Utilizando sus redes sociales para mostrar la esencia de las obras y la cultura del compañerismo.
Lejos de ser una anécdota, el guaraní se volvió una herramienta más de su trabajo, un lazo que fortalece el equipo y una muestra de que el lenguaje de la construcción no solo se hace con cemento, sino con respeto y voluntad de escuchar.
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