Encarnación atraviesa un verdadero auge comercial, impulsado por una masiva llegada de ciudadanos argentinos que cruzan a diario la frontera para adquirir productos básicos y reducir los costos de su canasta familiar. Más de 10.000 personas por día cruzan desde Posadas, y se suman otras 2.500 que utilizan el tren internacional, motivadas por una marcada diferencia cambiaria que favorece las compras del lado paraguayo.
Este fenómeno, lejos de ser una novedad, forma parte de los vaivenes naturales del comercio en zonas de frontera. Cuando las condiciones económicas se inclinan hacia uno u otro lado, las poblaciones fronterizas actúan con la lógica de buscar las mejores oportunidades. Hoy le toca a Encarnación ser el escenario de este movimiento, y saludamos el alivio económico que representa para comerciantes formales e informales, quienes tras años de altibajos vuelven a ver circular efectivo con mayor fluidez.
Sin embargo, este repunte también impone responsabilidades. El comercio intensificado —y en especial el auge en la venta de neumáticos a mitad de precio para los compradores del país vecino— ha traído consigo una consecuencia que no puede pasarse por alto, la proliferación de vertederos clandestinos atestados de cubiertas en desuso.
Desde nuestra redacción en Itapúa se reporta que estos residuos, muchas veces descartados sin control, ya están generando focos de contaminación en las inmediaciones de arroyos como el Potïy. Voluntarios de la organización ambientalista “Salvemos el Potïy” retiraron recientemente más de dos toneladas de basura, con una alarmante concentración de neumáticos usados entre los desechos recolectados.
Es inaceptable que, mientras se aplaude el repunte económico del circuito comercial, se permita que los residuos de esa misma actividad terminen comprometiendo el entorno natural y, peor aún, la salud pública. Es sabido que los neumáticos abandonados se convierten en criaderos de alimañas y vectores de enfermedades. La acumulación descontrolada de estos desechos puede traducirse en brotes de dengue, infestaciones de roedores y otros problemas sanitarios que, de no prevenirse a tiempo, tendrán un costo social y económico elevado.
La municipalidad de Encarnación debe actuar con celeridad. Se impone un relevamiento urgente de todos los puntos de venta de neumáticos y la implementación de un plan riguroso para la gestión responsable de los residuos generados. No se puede permitir que esta ciudad acumule pasivos ambientales que otros países han sabido evitar.
El Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES) no puede quedar al margen. Esta institución debe fiscalizar, monitorear y sancionar a quienes incumplen las normativas ambientales vigentes. Y la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), con competencias e intereses en el desarrollo regional y ambiental, debe sumarse activamente con recursos y planificación técnica para una solución sostenible. Por otro lado, los comercios que se benefician de esta bonanza también deben asumir un compromiso en la gestión responsable de los residuos que generan.
Encarnación tiene un ecosistema muy sensible, al estar rodeada por el embalse de Yacyreta, además ya padece los efectos de la contaminación de sus arroyos, y este nuevo frente de residuos agravará el problema si no se lo aborda de inmediato. Se debe aprovechar la bonanza comercial, pero con responsabilidad. En aras del comercio no se puede potenciar un desastre ecológico.