Cada vez más voces se alzan para exigir el retorno al horario tradicional en Paraguay. No se trata de una simple cuestión técnica o de relojes, sino de calidad de vida, de salud y de sentido común. Hablamos del derecho de nuestros niños a no comenzar su jornada escolar en plena oscuridad, cuando el frío cala y con calles oscuras no están preparadas para recibirlos.
Históricamente, la vida rural y agrícola de nuestro país se ha regido por los ciclos del sol. No es un capricho, es una tradición arraigada, una costumbre funcional. El horario único, instaurado en 2024 con pretensiones de modernidad, rompió con esa lógica natural. Lo que en el papel parecía práctico, en la vida real, ha sido contraproducente.
En las últimas semanas, con el golpe de la ola de frío, este desfasaje se evidenció con fuerza. La consecuencia fue con un ausentismo escolar elevado, niños expuestos al frío extremo, padres que deben despertarlos y llevarlos cuando aún es madrugada por caminos inseguros. Mientras tanto, quienes diseñaron el horario único no sienten en carne propia las consecuencias, pues viven en zonas urbanas, se trasladan en vehículos privados y poco o nada saben del esfuerzo de las familias del interior.
El propio presidente Santiago Peña, cuando promulgó la ley de horario único, había reconocido que sería necesario evaluarla en función del impacto real sobre la ciudadanía, especialmente sobre los niños. Hoy, ese impacto está a la vista. Y urge corregir el rumbo.
Ahora el Senado tiene en sus manos la oportunidad de enmendar el error. El proyecto de ley que retorna al horario tradicional (verano-invierno) fue incluido en el orden del día, gracias a la presión de legisladores atentos al clamor ciudadano. Ya no hay margen para la indiferencia ni para postergar decisiones. Persistir en el error, como dijo con acierto el senador Ovelar, es negar la realidad.
Que los legisladores miren más allá de sus relojes y escuchen a la gente. Volver al horario diferenciado no será nunca un retroceso, sino un acto de empatía y de responsabilidad. Paraguay necesita un horario que respete su esencia, sus costumbres y, sobre todo, su gente.