La culpa no es de la democracia ni de la libertad

Pasaron 34 años de la caída de Stroessner. Es decir que se tiene 34 años de libertad. Hay varios estudios que indican que las democracias en algunos países están resultando insuficientes. En el caso paraguayo, incluso, se conocieron consultas que reivindicaban ese tiempo pasado. Por encima de las opiniones, hasta interesadas, hay un porcentaje de la sociedad que no mejoró su calidad de vida, encima la corrupción fue creciendo y el crimen organizado tiene presencia hasta en las instituciones del Estado.


No es fácil escribir para poner baldosas negras sobre la democracia. Pues eso indirectamente concede un balón de ánimo a los autoritarios. Sin embargo, es bueno indicar que esa dictadura que atropellaba derechos humanos, que no permitía ninguna disidencia y era violenta con la oposición, hoy tiene un sentido de comparación en algunos analistas porque en éste tiempo de libertad las cosas no mejoraron que debían ser. Al contrario, en algunas área hubo retrocesos.


La culpa no es de la democracia. Mucho menos de la libertad. Los errores están en los principales protagonistas que deben dar contenido y generar beneficios. Así, es bueno empezar señalando a la clase política. Casi todos los que estuvieron en el Ejecutivo como en el Congreso dejaron mucho que desear. Fue la camada de políticos la que nombró ministros del Poder Judicial e integró los órganos de selección y castigo a los jueces.

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No habrá una democracia creíble, confiable y exitosa, si la conducción política es ineficiente, hueca y corrupta. ¿Quién puede negar que un alto porcentaje de los actores políticos son inútiles, vacíos y bien corruptos?. Tales calificativos van por igual a colorados como protagonistas de la oposición. Obviamente, la mayor cuota de responsabilidad está en la dirigencia colorada, pero quienes dicen son opositores, en la primera oportunidad, demuestran que son tan iguales. Hoy mismo, casi todas las instancias anti contrabando y represión de drogas y corrupción están a cargo de operadores de la oposición, y en fracaso en dichos campos es extraordinario.


Otro punto a tener en cuenta cuando hablamos de mal uso de la libertad es lo referido a la prensa. Desde 1989 crecieron considerablemente los medios. Algunos se convirtieron el grandes holding. Empero, la calidad de la libertad de prensa parecería que no cumple con su función para posibilitar una exitosa democracia. Hasta se engaña ella misma si cree que funciona eso de cambiar la comunicación por la propaganda o de ser hasta malicioso con el enemigo circunstancial y proteger a quien se cree aliado en el momento. Con Stroessner la prensa no informaba, es posible que hoy en día, algunos medios, hasta estén desinformando a la gente.


Podemos ir mencionando más puntos, pero creemos que ya ilustra bastante hablando sólo de la clase política y la libertad de prensa como factores que deben mejorar, al menos, si el objetivo es que funcione la democracia. Sobre lo primero, tenemos la esperanza que el grupo que asuma el poder en agosto del presente año sea mucho mejor de los que pasaron. Sobre lo segundo, y nos incluimos como La Tribuna, creemos que la prensa debe asumir su rol como institución pro activa y no quedar en la mera reactividad.


Los políticos deben subir la vara de gestión. Las democracias que no deja crecer a la ciudadanía abren espacios a planes mesiánicos. La prensa tiene que recuperar su señorío y mayor compromiso con el país, dejando de responder a facciones. Los políticos y la prensa son cruciales para dar jerarquía a la libertad. Hasta el presente, en promedio, la percepción es que la democracia es únicamente la suma de una libertad política y de prensa; se vota libremente y hay libre expresión, pero los políticos tienen magra gestión para permitir la calidad de vida y el aporte de la prensa no es lo ideal para liderar la construcción de una opinión pública.