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viernes, 27 de junio de 2025
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Frases que dañan en la infancia: criar con respeto no es debilidad

Expresiones comunes como “porque lo digo yo” o “deja de llorar” pueden afectar el desarrollo emocional y cerebral de los niños. Especialista en salud mental infantil advierte sobre la necesidad de una crianza consciente, basada en la empatía, el vínculo y la validación emocional.

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No es generación de cristal, es una crianza sin chantajes ni condicionamientos

En el debate actual sobre la crianza, es común que se etiquete de forma despectiva como “generación de cristal” a los padres que eligen validar las emociones de sus hijos y acompañarlos con empatía.

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Sin embargo, esta visión no representa debilidad ni sobreprotección, sino una transformación necesaria frente a patrones heredados de crianza que se basaban en el castigo, los gritos, el chantaje emocional o el condicionamiento del afecto.

Lejos de fomentar fragilidad, esta nueva perspectiva busca crear vínculos más sanos y conscientes que permitan a los niños desarrollarse integralmente, con capacidad crítica, autorregulación emocional y autonomía personal.

El poder formador del lenguaje en la infancia

En el proceso de crianza, el lenguaje no solo transmite instrucciones, también moldea el desarrollo emocional, relacional y neurológico de los niños.

Así lo sostiene la psicóloga clínica Noelia Castillo, quien advierte que las palabras utilizadas por adultos responsables en contextos cotidianos influyen directamente en el modo en que los niños aprenden a autorregularse, entender sus emociones y construir su identidad.

El vínculo emocional no se fortalece únicamente con actos de afecto, sino también a través del modo en que se comunican los límites.

Muchas frases utilizadas con frecuencia en la infancia pueden tener efectos no deseados, al imponer autoridad sin ofrecer contención emocional ni explicaciones.

Frases que bloquean el entendimiento y la empatía

Algunas expresiones utilizadas para marcar autoridad, como “porque lo digo yo” o “porque soy tu mamá/papá”, lejos de contribuir al aprendizaje de límites, generan una vivencia pasiva en el niño.

Este tipo de frases no permiten que el niño entienda el motivo detrás de una norma ni desarrollen pensamiento crítico explica la profesional.

Una alternativa viable, desde un enfoque neuroafectivo, es reconocer la emoción del niño y sostener el límite con una explicación: “Sé que esta decisión no te gusta, te voy a explicar y después seguimos”.

Este tipo de lenguaje favorece un liderazgo respetuoso, mantiene la estructura necesaria en la crianza y transmite que las emociones son válidas, incluso cuando no se accede a lo que el niño desea.

Consecuencias de las amenazas y chantajes

Otra práctica frecuente es el uso de amenazas como herramienta disciplinaria, por ejemplo: “Si no haces esto, te vas a quedar sin…”. Aunque esta estrategia puede generar efectos inmediatos, según Castillo no enseña habilidades de autorregulación a largo plazo.

La amenaza activa en el niño un estado de alerta y puede generar comportamientos evitativos, además de debilitar la confianza con el adulto. En lugar de fomentar la cooperación, se establece una relación basada en el miedo o la pérdida, lo que afecta el desarrollo emocional.

Como alternativa, se propone un enfoque que estimule la toma de decisiones consciente: “Cuando estés listo para hacer la tarea, podemos comenzarla juntos”. De este modo, se sostiene el límite y, al mismo tiempo, se promueve la autonomía.

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¿Qué pasa cuando se invalidan las emociones?

Frases como “deja de llorar”, eso no es para tanto” o “estás exagerando” pueden tener efectos profundos en la construcción emocional del niño. Aunque la intención del adulto sea calmar, estas expresiones invalidan lo que el niño siente y dificultan que aprenda a identificar, nombrar y procesar sus emociones.

Una alternativa empática y funcional podría ser: “Veo que esto te hizo sentir mal, estoy acá para ayudarte a entender qué te pasa”. Esta forma de validar no implica ceder, sino acompañar al niño mientras aprende a regularse emocionalmente.

Una crianza basada en el vínculo, no en el control

En los últimos años, ha emergido el concepto de ego parenting, que describe una forma de crianza centrada en las necesidades del adulto por imponer su autoridad, mantener una imagen social o evitar ser cuestionado.

Cuando las figuras parentales actúan desde el ego, el mensaje que se transmite al niño es que el amor o el reconocimiento están condicionados al buen comportamiento.

“El cerebro infantil no necesita gritos ni amenazas para aprender. Necesita conexión, regulación emocional y presencia adulta”, resume.

Cuando un niño se siente escuchado, también puede empezar a escucharse a sí mismo. Y en ese espacio de contención, seguridad y palabra respetuosa, se construyen las bases para una salud emocional estable y duradera.

Esta forma de acompañar reconoce que muchas heridas se arrastran desde generaciones anteriores y
propone no repetirlas, sino sanar y educar desde la conexión y la coherencia.

El objetivo no es criar sin límites, sino establecerlos con claridad y firmeza, sin recurrir a mecanismos de control emocional dañinos.

Validar las emociones no significa permitirlo todo; significa enseñar a los hijos a nombrar lo que sienten, a entender por qué se frustran o se enojan, y a crecer sabiendo que su valor no depende de agradar ni de obedecer sin entender.

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