A tan solo dos días de su estreno global, El Eternauta —la ambiciosa adaptación del icónico cómic de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López— fue oficialmente renovada por Netflix. La plataforma confirmó que habrá una segunda y última temporada, compuesta por ocho episodios que ya están en desarrollo y que, según anunciaron, servirán para cerrar la historia de manera definitiva.

“Vamos a explorar más a fondo ideas de ciencia ficción que apenas fueron insinuadas en la primera parte”, adelantó Francisco Ramos, vicepresidente de contenidos de Netflix para América Latina. En la misma línea, el productor Matías Mosteirin aseguró que el objetivo del equipo es superar las complejidades técnicas y narrativas del debut, y lograr un desenlace “hermoso y completo”.
Con Ricardo Darín en el papel de Juan Salvo y la dirección de Bruno Stagnaro, la serie no tardó en convertirse en uno de los temas más comentados, tanto por su propuesta visual como por las decisiones tomadas a la hora de adaptar el material original. La historia mantiene la esencia del cómic: una nevada mortal cae sobre Buenos Aires, provocando millones de muertes y dejando a un puñado de personas enfrentadas a una invasión silenciosa y alienígena. Aun así, la serie no se limita a replicar, sino que propone una reinterpretación que expande el universo del Eternauta sin perder fidelidad al espíritu de la obra.
Uno de los cambios más evidentes es el salto temporal: la acción ya no transcurre en los años ’50, como en la historieta, sino en un presente distópico atravesado por crisis sociales, tecnológicas y ambientales. Esta actualización no solo aporta vigencia, sino que intensifica los paralelismos con la realidad que vivimos.
Otro aspecto destacado es el mayor peso que se le da a las emociones. Mientras que el cómic privilegiaba una narración más coral y directa, la serie se detiene en los vínculos personales y en la vida cotidiana interrumpida por el caos. El Juan Salvo de Darín transmite humanidad y vulnerabilidad, alejándose del héroe clásico para volverse más cercano y complejo.
Visualmente, la serie marca distancia con la estética en blanco y negro del original. En su lugar, apuesta por una puesta en escena poderosa: efectos visuales de alto nivel, texturas realistas, una fotografía que realza la desolación y la belleza de una Buenos Aires congelada y en ruinas. Lejos de ser solo un despliegue técnico, esta decisión potencia la dualidad entre lo conocido y lo extraordinario, uno de los ejes más potentes del relato.
La renovación para una segunda temporada no solo celebra el éxito de la producción, sino que también redobla la apuesta. En un panorama donde las adaptaciones rara vez logran el equilibrio entre respeto por la obra madre y libertad creativa, El Eternauta parece haber encontrado ese punto justo. Ahora, con la mirada puesta en el cierre, el desafío es mayor: rendir homenaje a un clásico, hacer justicia a su legado y, al mismo tiempo, marcar un hito en la historia del audiovisual argentino.