El ataque registrado en la noche del sábado contra la subcomisaría de Yvyrarovaná, departamento de Canindeyú, ha encendido nuevamente las alarmas en torno a la seguridad interna del país. Un grupo de tres hombres disparó contra la sede policial, lanzó artefactos incendiarios y dejó panfletos supuestamente firmados por el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). El hecho, afortunadamente, no dejó víctimas ni heridos, aunque sí daños materiales y, sobre todo, muchas preguntas abiertas.
El EPP, esa organización criminal que durante años sembró el terror en la zona norte del país, especialmente en el departamento de Concepción, se ha caracterizado siempre por ataques precisos, contundentes y con mensajes claros. Su zona de operaciones ha estado históricamente confinada a los distritos rurales del norte. Además, la información disponible hasta ahora sostiene que este grupo está prácticamente diezmado y debilitado, tras años de operativos y capturas. Bajo ese escenario, resulta difícil aceptar, sin un riguroso examen, que el EPP haya expandido de manera efectiva su accionar hasta Canindeyú.
No podemos pasar por alto que Canindeyú es un territorio marcado por la fuerte presencia de organizaciones dedicadas al narcotráfico, estructuras que también utilizan la violencia y el miedo para consolidar su poder y someter a la población. El uso de símbolos y mensajes asociados al EPP podría ser parte de una estrategia para sembrar confusión, desviar la atención de las autoridades o incluso desestabilizar aún más la frágil seguridad local.
Por ello, urge que las autoridades aclaren de manera categórica este llamativo hecho. Si estamos frente a un resurgimiento del EPP en un nuevo frente, la situación es extremadamente grave y exige una respuesta inmediata y eficaz para evitar que el terror se extienda. Pero si se trata de una jugarreta macabra, un montaje deliberado para instalar el pánico con fines aún desconocidos, es igualmente imprescindible identificar y castigar a los responsables.
Hace tiempo venimos insistiendo en que Canindeyú necesita ser rescatado de las garras de la violencia y el narcotráfico. Sus habitantes merecen vivir con la tranquilidad que otorga un Estado presente y eficaz. Sea cual sea la verdad detrás de este ataque, lo que no admite demoras es la necesidad de devolver la seguridad real y sostenida a esta parte tan golpeada del territorio nacional.