Tiempo

Cuando el frenesí del día a día se detiene, miramos alrededor y por más que intentemos encontrar respuestas, hallamos más interrogantes. El pasado se hace presente y cuestiona las razones de nuestro vivir. Saltan las huellas y nos emiten una fotografía en color sepia.

Escapar de las heridas no es tarea fácil, y más en tiempos de reflexión. Emergen las culpas. La piel se satura de cicatrices con el dolor del ayer hecho carne.

La trasversal emoción juega con nuestros sentimientos, nos desestabiliza, nos humilla. Pero en ese juego sin reglas claras, muy a lo lejos, volvemos a percibir un oasis de sonidos.

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La ilusión, praderas y sueños, letanías y pecados, consumadas en nuestra entereza. Y la pasión salta, nos empuja, nos devuelve al rodeo, gritándonos ¿por qué claudicar a los sueños? Si total, la vida es así, plena y dura, con la frecuencia que tú elijas, basadas en tus creencias y tu escala de valores.

Por ello, que este tiempo de reflexión sea un refugio para esos sentimientos perdidos. Acomódalos, sin olvidarlos, al contrario, dale un lugar en la piel.

Así sanarán y así, nuevos vientos volverán a abanicar palmeras, a sacudir el frenesí, para permitirnos reconocernos aún más.

Este algoritmo se repite cíclicamente, pero los sueños deben continuar. La ópera de la vida está marcada por el señor tiempo. Y tú, eres su maestro. Levanta la batuta y sigue, pues el arco iris siempre brilla al final del camino.

Por: Juan Carlos A. Moreno Luces. (Viernes Santo. – Marzo, 27, 2024)