«Salomónicas» apariciones a favor del poder de turno

Últimamente, los llamados que se hacen vía liderazgo de la presidencia del Congreso parecen más medidas dilatorias, en algunos casos, de distracciones, en otras. Hasta hay una sensación que son jugadas pensadas con el mismo Ejecutivo para llevar determinados contenidos al olvido. Incluso se puede suponer que fueron acciones hasta cómplices, porque existieron motivos muy graves, donde las convocatorias del Senado no sirvieron de utilidad para la mayoría ciudadana.


En la página de la fecha publicamos con ejemplos varios de los momentos en que el propio presidente del Congreso, Óscar Salomón, ganó espacio en los medios de prensa, saliendo como protagonista interesado sobre cuestiones que crispan el ambiente. Una reflexión sobre cada citación hará notar que no pasaron de enormes títulos en la prensa, pero con vacío de solución de fondo. Así las cosas, a riesgo de equivocarnos, podemos decir que «Cachito» Salomón utiliza su alto cargo como instancia para distraer o enfriar la agenda, de acuerdo a los objetivos de la cúpula de poder.


Tomamos uno de los casos para intentar justificar el Editorial. La situación del ex vicepresidente Óscar Denis. En el momento de mayor enojo ciudadano, se llama a Edgar Olmedo, ex ministro de Justicia, y a su reemplazante, Daniel Benítez, acusados de ocultar datos sobre el posible lugar donde estarían personas secuestradas. Al final, todo fue un mero show para sostener en el cargo a Olmedo como representante de Marito en el Consejo de la Magistratura y Benítez en el Ministerio de Justicia, más bien para cuidar los votos oficialistas con miras a las internas partidarias.

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Es posible que sea nuestro antojo eso que el presidente del Congreso sea otra de las vías distractoras del Poder Ejecutivo. Sin embargo, no debe subestimarse a Óscar Rubén Salomón Fernández. Estamos hablando de un político de mucho oficio. Ocupa un escaño como senador desde 2013. Fue igualmente diputado de 1993 a 1998, 1998 a 2003 y 2003 a 2008. Es conocido también como empresario y de ser eficaz en la relación con el poder, aunque por momentos haga algún amago de oposición, como hacen los colorados cuando se sienten fuera de la estructura de decisión pública.


Por más que las mismas interpelaciones no sean un castigo, tampoco son investigaciones fiscales o intervenciones tipo de la Contraloría, los llamados liderados por Salomón, mayormente, no tuvieron ni resquicio de ser ni siquiera un voto político de censura para sus convocados. Todos sus citados, hoy gozan de buena salud, incluso, varios salieron del recinto parlamentario con más fuerza, casi como una burla a la ciudadanía.


De ser cierta nuestra interpretación, estamos hablando entonces del uso miserable de un espacio de real poder a favor de funcionarios que tienen el reparo del pueblo. El Congreso de Paraguay es el órgano constitucional encargado de ejercer el poder legislativo del país. Y Salomón, como presidente, tiene nada menos que la representatividad de una bicameral con 125 miembros, dividido en el Senado (45 escaños), y la Cámara de Diputados (80 escaños).


Óscar Salomón está haciendo, hábilmente, la tarea de poner paño frio a temas que son de interés ciudadano. Para su meta político, lo está haciendo bien. Para nuestro gusto, está haciendo daño a la República, pues su deber es transparentar, sanear, depurar y dar respuestas a realidades que merecen soluciones reales. Nos parece hasta una afrenta al pueblo la metodología en el cual está la presidencia del Congreso. Sólo juega para dar temas a la prensa, para ganar él con eso espacio mediático, aprovechándose el escaso discernimiento, pero en definitiva aportando poco, por no decir nada, desde el alto cargo que ocupa.