El gobernante no puede ser cómplice del robo

Uno de los pocos colchones sociales del país es el Instituto de Previsión Social (IPS). Un manoseado ente que está herido de muerte por mala gestión de sus sucesivos conductores, hoy agravado por la desastrosa administración del Dr. Vicente Bataglia. El presidente electo, Santiago Peña, no puede tener compasión con los responsables del descalabro, al contrario, debe liderar para que se pueda evitar que una nueva impunidad reine en el ente provisional. 

Cada mañana, en todos los medios de prensa, es noticia la cadena de corrupción que rodea al IPS. Los hechos encadenados van desde licitaciones dudosas, concesiones amañadas, pagos que se hacen previa entrega de porcentajes, fármacos que faltan, deudas con atrasos, privilegios indebidos, nepotismo, tráfico de influencia, etc. Algunos males vienen de años, pero también el escándalo se institucionalizó en la era Bataglia.

Hay autores materiales e intelectuales identificados del gran asalto. Los primeros están representados por su titular y los miembros del Consejo. Los segundos actúan entre bambalinas, fungiendo de asesores, mediadores y hasta hermanos de Bataglia. El  perjuicio que están haciendo al IPS es descomunal, por lo que el peso de la Ley debe caer sobre cada uno de los sindicados como responsables.

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Es tanto el dinero que maneja el IPS por lo que ni siquiera es confiable la auditoria que esta haciendo la Contraloría General de la República. Primero, porque no es la primera vez que se mete en el IPS y segundo porque nunca lleva una denuncia formal ante el Ministerio Público. La impunidad tiene como cómplice a varias instituciones, entre ellas está la misma Contraloría.

Por eso hacemos la carga de presión en Santiago Peña. Él debe liderar la depuración del IPS y marcar la cancha para el severo castigo de quienes llevan a la quiebra al IPS. No puede ignorar la tremenda corrupción, de lo contrario, sería un presidente de la República más que no hizo nada en pro de los asegurados. El Ejecutivo no debe ser flojo con la rosca del Instituto de Previsión Social, al menos si quiere ser distinto a sus predecesores.