Lo que falta es capacitar a los elegidos, algunos llegan sin saber para qué …

La mayor deficiencia de la democracia paraguaya no está en los electores, más bien se concentra en la magra gestión de un alto porcentaje de los electos. Lo peor, en el caso de los cargos ejecutivos, es que no existe el severo castigo para quienes son ineficientes y dilapidan el dinero público.

Hoy vemos un millonario gasto de la misma Justicia Electoral, haciendo lo mismo de siempre: invitando a la gente a participar de las elecciones. La ciudadanía, en verdad, participa de los comicios. Hasta se puede decir que sabe elegir, hay ejemplos al respecto. Como también hay hechos que confirman que el fracaso está en quienes son electos.

Hay ciudades donde el elector colocó en la Intendencia a ciudadanos independientes, tumbando así a los liderazgos y las maquinarias de los dos partidos tradicionales. Acá en Asunción se probó con todos los gustos y colores, y ninguno pudo dar calidad a los capitalinos. Hoy la capital de la República es un caos, siendo en varias áreas responsabilidad directa del Intendente.

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Por ahí, la nueva modalidad del llamado voto electrónico exija mayor capacitación, pero hay que reconocer que la gente, con el uso de celulares y las computadoras, hasta de alta gama, demostró con creces que sabe manejarse con las tecnologías de punta. Incluso, en las pasadas internas, los comicios se realizaron bajo el esquema del sufragio electrónico y la prueba a favor de los electores, de nuevo, fue satisfactorio.

En fin, dejemos el engaño: El elector no es problema en Paraguay. La mayor dificultad de la democracia es la gestión de los electos. Así sucede, mayormente, en los cargos ejecutivos. La lista de cada ineficiente gobernador e Intendente electo que terminaron golpeando la esperanza de los votos es larga. Algo similar sucede con el cargo de presidente de la República. Éstos últimos, casi todos, como mínimo, fueron insuficientes, y otros resultaron simplemente un fracaso.