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lunes, 14 de octubre de 2024
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El atípico y ejemplar caso del boxeador mexicano Miguel Esparza

Como uno más de tantos seguidores fanáticos del boxeo (a falta de pan buenas son tortas dice el refrán), buscamos en la grilla de peleas que se aprecian por el cable y el streaming algún espectáculo que nos permita recrear la vista en las tradicionales veladas sabatinas, una vieja costumbre que data de la lejana niñez, cuando pegados al receptor de radio con mi padre, escuchábamos las noches del histórico Luna Park, desde donde cuando menos cinco emisoras transmitían en directo los festivales, co.n las voces de Bernardino Veiga, Fioravanti, Osvaldo Caffarelli, Ricardo Arias, Corner Sojit o Hernan Santos Nicolini, éste último, el único narrador argentino que creyó en Carlos Monzón y describió en directo desde Roma, su histórico triunfo sobre Nino Benvenutti ante el asombro de propios y extraños y de todo el tramundo pugilístico para convertirse en una leyenda singular.

Una semana antes tuvimos un verdadero banquete del viril deporte de los puños con el gran triunfo del ruso-canadiense Artur Beterbiev sobre Callum Smith. Cualquier otra pelea en este ultimo fin de semana, necesariamente quedaba opacada por el deslumbrante festival de Quebec. Y más al no haber un choque entre gladiadores de países distintos, Pero la mejor oferta, era la de un titulo de Norteamérica entre dos mexicanos. Nos prendimos a este combate y no nos arrepentimos porque fue un verdadero peleón entre dos invictos superplumas que chocaban en Ciudad Juarez en la frontera con Estados Unidos.

Y ganó después de una gran lucha, el local, Miguel «Fantástico» Esparza, por KOT en el sexto asalto, tras haber provocado una gran herida a la altura de la cien derecha a su rival, el campeón defensor, Ángel «El Alemán» Garcia, que terminó el capitulo anterior totalmente ensangrentado.

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Más allá de todo el ambiente en el que se desarrolló la lid, nos llamó la atención un detalle en los dos boxeadores. A diferencia de lo que últimamente es costumbre ver sobre los rings (pugilistas pintarrajeados), éstos no presentaban tatuaje alguno (al menos visible). Esta es una cuestión de gustos que debemos respetar y tolerar, aunque no estemos de acuerdo, pues el libre albedrío que disfrutamos nos permite hacer lo que mejor nos parezca.

En cambio lo que sí, pudimos notar bien marcado, entre las inscripciones de los pantaloncitos de los protagonistas, fue una inscripción en la indumentaria del ganador, Miguel Esparza que sumó doce triunfos además del título de Norteamérica reconocido por la FIB: una cita bíblica (Salmos 144.1). Revisamos su contenido que es éste: «Bendito sea Jehová, mi roca, Quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra; misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi libertador, escudo mío, en quien he confiado; El que sujeta a mi pueblo debajo de mí». Sentimos una bocanada de reconfortante y purificador oxigeno al apreciar que aún hoy, en tiempos tan complicados, difíciles y de tanta confusión, se pueda todavía rescatar este atípico y ejemplar mensaje, proveniente de un exitoso boxeador profesional.

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