Maneco escribió “Dos trocitos de madera” cuando era cronista de LA TRIBUNA

Lo conocí en el estadio Comuneros, integrando aquel formidable equipo de basquetbol de Puerto Pinasco, su querido pueblo natal, que en una sorprendente gran campaña, conquistó invicto el titulo del tercer campeonato nacional de baloncesto masculino, disputado en el tórrido enero de 1963, bajo la batuta de un grande como Francisco Solano Yegros y la dinámica gestión directriz de Kurt Singer, el padre del caro colega y amigo Robert, nacido en esa tan emblemática y bendecida tierra donde también se forjó a impulsos del célebre doctor Artemio Bracho, la Cruzada Mundial y el Dia Mundial de la Amistad.

Fue mi debut como cronista en una competencia deportiva a los 14 años. Maneco solo tenia tres mas (había nacido un 13 de mayo de 1945 y falleció un 9 de diciembre de 1980, con tan solo 34 años). Poco tiempo después, fuimos compañeros en LA TRIBUNA, el primer diario en que me tocó desarrollar la que sería después una extensa carrera en el periodismo escrito. Maneco siguió jugando al baloncesto un corto tiempo más, defendiendo los colores del gumarelo de su corazón. Pero la ruta que iba a recorrer en una vida intensa, acelerada, exitosa pero corta, le reservaba un espacio trascendente en otra esfera: el arte y la música.

En aquella vieja casa de la calle General Diaz y 15 de Agosto, compartimos la ruidosa redacción al compás de las teclas de las maquinas de escribir y haciendo cola para usar el grande, único y común aliado para buscar noticias, el teléfono entonces de solo cuatro dígitos (el nuestro de deportes, 6512),

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Que grande fue MANECO (Félix Roberto JESUS Galeano Mieres). Por algo su tercer nombre es el del Salvador de la Humanidad. Fue un espíritu selecto, con la sencillez y la humildad de los mejores. Gran compañero y amigo en LA TRIBUNA con quien compartimos varias veladas.

Tuvimos el privilegio de escuchar “Dos trocitos de madera”, cuando todavía estaba en fase de arreglos y composición definitiva y ya en su puesta a punto para ser lanzado y convertirse en un ícono musical en todo tiempo pero en modo especial, en un día como el de hoy, víspera de Navidad.

Tanto este tema, como “San Si Juan”, “Soy de la Chacarita” y otras composiciones, que fluían de su vena poética como cristalino, diáfano manantial de elevada inspiración, compartimos en largas noches de bohemia en su casa de la calle Cusmanich, en el vecindario del club Libertad de nuestro común afecto.

No olvido aquella verdadera premier de gala que nos ofreció Maneco, en otro caluroso verano del 70, utilizando como escenario el arbolado patio de su casa bajo un techo de estrellas y sin más compañía que su querida guitarra, adelantándose a la presentación en Canal 9.

Fernando Cazenave, Jose Antonio Bianchi, Antonio Oddone, Horacio Pusineri, Crispulo Caballero, Tito Frings, Ramón Acosta, Bartolomé Amarilla, Franciso Ocampos, Vicente Cuandú Bernal, Julio Gonzalez Cabello, Felipe Arrom, Gustavo Rojas, Juan Angel Gomez y Zacarias Colmán Ramirez, entre otros que la traicionera memoria puede haberlos perdido, integrantes todos de la gran familia de Deportes del diario LA TRIBUNA de aquella época, vivimos tan intensamente esas jornadas de redacción y fuera de ella, que su recuerdo aun con las insalvables lagunas, se conserva fresco en nuestra mente, como episodios que pusieron el tinte anecdótico, como la carrera alrededor de la mazana en plena madrugada que protagonizaron Oddone y Cuandú y la zambullida de Tito en la piscina.

Después, llegué a contar hasta nueve tripulantes en el guapo Renault que aquella vez así como en otras interminables y gratas noches, el bueno de nuestro gran jefe Fernando Cazenave nos transportaba a cada uno hasta la puerta de nuestras respectivas casas.

Que bendición fue convivir con tan calificado grupo que dio un impulso excepcional a nuestra formación, como el primer jefe que nos enseñó tanto en tan corto periodo al frente del grupo, el gran Néstor Romero Valdovinos. Que bendecido fuimos de trabajar al lado del genial autor de «Tardes Asuncenas» y quien estaría llamado después a convertirse en el autor del tema más emblemático de la Navidad en Paraguay, Felix Roberto Jesús Galeano Mieres, mas allá de la abierta frontera de los cotidianos temas deportivos.

Ya no perdí más de vista a Maneco. Nos reencontramos después en la redacción del Diario Hoy, donde fue mi jefe. Luego vino el inesperado y doloroso prematuro final que precipitó el cáncer de pulmón que lo llevó muy joven a las moradas eternas.

Hoy a más de medio siglo de aquel episodio al que recién ahora le damos el valor que tiene, elevamos al Cielo una plegaria de gratitud junto al sentimiento afectivo hacia Maneco, que curiosamente los años se han encargado de nutrir con mayor fuerza.