El presidente de la República Argentina, economista y libertario Javier Milei, ha desplegado una serie de acciones desde el Poder Ejecutivo con el fin de encontrar un punto de equilibrio en la mesa cambiaria nacional. Las variaciones de la moneda estadounidense, con una tendencia al alza, se han convertido en una variable desestabilizadora para los objetivos del gobierno argentino.
La macroeconomía parece relativamente estable, pero la microeconomía —el bolsillo de los ciudadanos— continúa deteriorándose. ¿Y esto por qué? Porque los precios siguen superando los ingresos per cápita, lo que contrasta con las estadísticas optimistas presentadas por el gobierno.
Las restricciones impuestas para frenar artificialmente la suba del dólar constituyen la antítesis de la propuesta original del mandatario. Son limitaciones aplicadas al sector privado y a los bancos, que derivan en tasas más altas, encarecen el crédito y frenan la producción. Cualquier economista liberal las consideraría medidas de corte socialista, pues distorsionan el mercado y la libertad económica y financiera.
Durante este tiempo, he observado los avances y retrocesos de la economía argentina. Lamentablemente, en los últimos tres meses mi preocupación sobre el futuro del país vecino ha frenado mis expectativas positivas.
La primavera inicial comienza a combinarse con un verano anticipado, donde las altas temperaturas serán la norma.
El peso seguirá siendo un activo inquietante para quienes lo necesiten. Y, sobre todo, un activo que difícilmente recupere su valor estratégico, como pretende el presidente argentino.
Los pronósticos resultan insuficientes para comprender la complejidad de la economía del país. Es más: las proyecciones alentadoras siguen siendo fuertes. Sin embargo, la gavilla kirchnerista aún respira y continúa siendo un factor clave que desalienta inversiones a corto, mediano y largo plazo.
Las grandes inversiones no llegan a la Argentina. Las previsiones sobre el futuro económico se mantienen en la incertidumbre y las elecciones de octubre solo permitirán continuar con las reformas estructurales, sin alcanzar un cambio de sistema.
Macroeconomía estable. Pero los salarios seguirán perdiendo valor frente a los precios. Esto generará un mayor descontento social que, eventualmente, podría afectar la estabilidad alcanzada en estos meses. Y cuidado: si el dólar sigue subiendo, el Banco Central de la República Argentina se verá obligado a nuevas intervenciones.
En Paraguay, en cambio, la confianza económica es un sello con garantía. Nuestra moneda constituye un lujo regional.
La política de austeridad da resultados, y estamos cosechando sus frutos. Esto se refleja al observar la tendencia del dólar en las pantallas de bancos, financieras y casas de cambio.
Finalmente, es necesario destacar que el crecimiento económico paraguayo podría superar las proyecciones iniciales de los organismos multilaterales, lo que consolidaría la competitividad de nuestro país en los mercados. Un gran acierto del lineamiento económico del presidente Santiago Peña.
Y todo ello se traduce en una estrategia abierta a las variaciones del propio mercado, basada en la libre competencia y en un rol estatal que cumple con principios de transparencia y sostenibilidad. Una política económica sana, con un futuro más que alentador.
Para La Tribuna
Global Economy Analyst, Juan Carlos A. Moreno Luces
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