La educación pública sigue siendo un dolor de cabeza para cualquier gobierno, y Paraguay no es la excepción. A pesar de discursos bien intencionados y proyectos ambiciosos, el sistema educativo arrastra una vieja deuda: la falta de planificación coherente, un financiamiento justo y un verdadero acompañamiento técnico a quienes sostienen la escuela con su trabajo diario: los docentes.
Una vez más, el gremio docente se moviliza. Esta vez, los reclamos apuntan a una sobrecarga laboral insostenible y a la imposición de programas que, en los hechos, no cuentan con las condiciones necesarias para su implementación. La OTEP-SN advierte que el Ministerio de Educación y Ciencias impulsa políticas valiosas en teoría —como la inclusión, el aprendizaje universal, la erradicación del hambre escolar y la mejora en las competencias lingüísticas—, pero lo hace sin el respaldo técnico, financiero ni humano requerido.
Pretender que un solo docente actúe como psicopedagogo, psicólogo, fonoaudiólogo y administrativo, además de enseñar, es inadmisible. Y es también una forma de desprecio hacia la labor pedagógica.
La Resolución 376 sobre ajustes razonables para estudiantes con discapacidad exige planificaciones específicas, pero no ofrece los apoyos que harían viable su aplicación. En paralelo, programas como Ñe’ẽry o Hambre Cero exigen evidencia física sin financiamiento, lo que obliga a los docentes a costear de su bolsillo tareas que no les corresponden.
La administración de Santiago Peña promueve ideas plausibles en materia educativa. Pero si su ejecución no contempla la realidad de las escuelas y no involucra a quienes deben implementarlas, corre el riesgo de convertirse en otro experimento fallido. En lugar de empoderar al maestro, se lo asfixia con cargas y amenazas.
El resultado es un magisterio cansado, emocionalmente golpeado y alejado de lo esencial: enseñar. Cuando el docente se ve convertido en burócrata, la educación pierde su alma.
El país necesita una educación inclusiva, de calidad y con sentido. Pero solo será posible si se construye con diálogo, con recursos y con respeto. Porque ningún programa será exitoso si no se hace con los docentes.