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martes, 19 de agosto de 2025
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Empleo en Paraguay y América Latina: el desafío de transformar la recuperación en trabajo digno

El empleo siempre fue mucho más que una fuente de ingresos, es un motor de dignidad, estabilidad y progreso social. En los países de América Latina, y en Paraguay en particular, el trabajo representa la herramienta más poderosa para combatir la pobreza y ofrecer oportunidades reales a millones de personas. Sin embargo, los datos muestran que el gran desafío de la región ya no es solo crear empleos, sino garantizar que esos empleos sean formales, productivos y con protección social.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), América Latina ha recuperado los niveles de empleo previos a la pandemia. La tasa de desempleo regional bajó de 6,5% a 6,1% en 2024, lo que refleja una aparente estabilidad. Pero este número, que en principio parece positivo, oculta un problema estructural: el 47,6% de los trabajadores de la región están en la informalidad.

La informalidad significa que casi la mitad de los latinoamericanos que trabajan lo hacen sin contrato, sin seguro de salud ni jubilación, y con ingresos mucho más inestables.

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En países como Bolivia, Perú o Paraguay, esta proporción puede superar el 60%. Lo más preocupante es que entre el 48% y el 70% de los nuevos empleos creados en los últimos años fueron también informales. La región, entonces, está generando trabajo, sí, pero en su mayoría de baja calidad.

El problema es aún más grave cuando se observa a los jóvenes, cerca del 14% de ellos está desempleado, casi el triple que los adultos. Esto significa que uno de cada siete jóvenes latinoamericanos no encuentra empleo. Quienes logran conseguir trabajo, a menudo lo hacen en condiciones precarias o en el sector informal.

Las mujeres enfrentan otra barrera, su tasa de participación es de apenas 52%, frente al 74% de los hombres, y cuando consiguen empleo, sus salarios son en promedio 20% más bajos.

Paraguay: baja tasa de desempleo, alta precariedad

En Paraguay, la paradoja laboral se repite. La tasa oficial de desempleo abierto se mantiene en torno al 5%, una de las más bajas de la región. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), unas 259.623 personas están desocupadas o subocupadas, lo que equivale al 7% de la fuerza laboral.

Pero la cifra de desempleo abierto es poco precisa, basta con que una persona haga una changa o trabaje unas horas a la semana para ser considerada ocupada. Esto esconde el problema real del país: la precariedad del trabajo.

El dato más contundente es que el 65% de los trabajadores paraguayos son informales, es decir, dos de cada tres carecen de seguro social, jubilación o estabilidad laboral.

Esto limita su acceso a servicios básicos, aumenta la vulnerabilidad de sus familias y reduce la recaudación fiscal del Estado. La consecuencia es clara: aunque Paraguay tiene un desempleo bajo, gran parte de su población no logra salir de la pobreza porque el empleo no garantiza un ingreso suficiente ni protección social.

Ante este escenario, gobiernos y organismos internacionales buscan impulsar soluciones. El Banco Mundial plantea un enfoque de tres pilares: invertir en capital humano e infraestructura, fortalecer la gobernanza y el entorno empresarial, y movilizar capital privado para crear empleos sostenibles.

En Paraguay, un ejemplo concreto es el programa Emplea Py Joven, que ofrece subsidios a las mipymes que contraten jóvenes de 18 a 29 años y los inscriban en el seguro social.

De este modo, se busca romper la trampa de la falta de experiencia y, al mismo tiempo, combatir la informalidad juvenil. Otros países aplican medidas similares: Chile mantiene desde 2009 su Subsidio al Empleo Joven, que complementa los ingresos de trabajadores de bajos recursos y estimula a los empleadores a contratarlos; mientras que Argentina, Uruguay y Colombia han implementado reducciones de aportes patronales para incentivar la contratación de mujeres y jóvenes.

La OIT, por su parte, recomienda ampliar la educación técnica y profesional y desarrollar sistemas de cuidado que permitan a más mujeres ingresar al mercado laboral. La evidencia demuestra que invertir en la inclusión femenina tiene un efecto multiplicador: mientras los hombres reinvierten alrededor del 35% de sus ingresos en sus hogares, las mujeres reinvierten hasta un 90%, impactando directamente en la educación y el bienestar de sus familias.

En la próxima década, 1.200 millones de jóvenes en el mundo alcanzarán la edad de trabajar, pero solo se crearán 420 millones de empleos. Esto significa que cientos de millones de personas podrían quedar sin oportunidades.

El desafío para Paraguay y América Latina no es menor: transformar el crecimiento económico en empleo formal, productivo e inclusivo. La región ya no puede darse el lujo de seguir atrapada en la informalidad y la precariedad. El empleo debe volver a ser la vía más segura para salir de la pobreza y construir sociedades más prósperas.

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