Por encima de las discusiones políticas interesadas, existen mediciones que respaldan el marco de sólida seguridad constitucional vigente en la República. Para evitar caer en esas discusiones sectarias internas, resulta válido tomar como referencia los parámetros evaluativos utilizados por la Comunidad Internacional.

Paraguay es una sociedad abierta a los observadores imparciales. Esta calificación obedece a que se celebran elecciones calendarizadas y libres; en el país, nadie sufre persecución por sus expresiones, hay libertad para las reuniones y los medios de comunicación gozan de plena libertad de prensa.

En la nación guaraní, cada ciudadano elige libremente su militancia política, decide dónde profesar su fe y puede adherirse a la ideología de su preferencia. Además, existe un marco institucional que, con defectos y virtudes que pueden señalarse, demuestra la vigencia de los poderes del Estado.

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A todo ello debe sumarse una macroeconomía estable, y una moneda nacional, el guaraní, que se ha mantenido firme a lo largo del tiempo. La prensa da testimonio de que cada organización es libre de expresarse a favor o en contra de cualquier postura. Los holdings de medios publican los titulares que consideran convenientes, y algunos incluso recurren a editoriales e informativos con el fin de blindar los intereses de sus respectivos grupos.

Como en toda democracia del mundo, es normal que las mayorías políticas coyunturales impongan sus creencias. Dependiendo del lugar que a uno le toque ocupar, eso puede parecer bueno o malo, pero es una característica común a todos los países libres.

Sin duda, debe profundizarse la institucionalidad como forma de organizar y gestionar eficientemente los asuntos de interés público. Lo construido hasta ahora, por los ejecutivos y legisladores electos en esta era democrática, sigue siendo insuficiente.

Por lo pronto, al tiempo de hacer una justa valoración de lo que se tiene, es una obligación nacional que la estabilidad política, económica y social contribuya a elevar las condiciones para el bienestar individual y colectivo. Porque la razón de ser de toda democracia es garantizar el desarrollo sostenible y una convivencia con calidad de vida para los ciudadanos.